Los centros de energía y sus dimensiones en el embarazo



𝐋𝐨𝐬 𝐜𝐡𝐚𝐤𝐫𝐚𝐬 𝐨 𝐂𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐞𝐧𝐞𝐫𝐠𝐢́𝐚⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Los centros de energía o chakras, son los 7 puntos a través de los cuales se distribuye nuestra energía vital. Los mismos están alojados a lo largo de nuestra columna vertebral y de su equilibrio depende nuestra salud.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Imaginemos, como lo describen los yoguis, que en su base se aloja una serpiente —kundalini— que va subiendo en forma de espiral alrededor de nuestra columna y que arrastra consigo las energías del nivel inmediatamente inferior. De este modo, cada centro incluye al anterior y lo trasciende. Y es por eso que desde esta perspectiva podemos encontrar que la dimensión espiritual se nutre de la materialidad del centro bajo y a su vez éste la provee de la energía que hace posible su funcionamiento.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Iniciaremos este viaje por las siete dimensiones del ser, desde el chakra bajo hasta el coronario, y describiremos cómo el fluir de esta energía despierta progresivamente a su paso las potencialidades que tenemos para desarrollar en nuestro camino de transformación personal a lo largo del embarazo.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
Los ejercicios para movilizar la energía de cada centro que propondremos están orientados a cargar o descargar la zona de su influencia según ésta se encuentre desvitalizada o con un exceso de tensión. En ambos casos estamos ante un desequilibrio que impide su saludable flujo.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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A lo largo de las clases, conoceremos la ubicación de cada centro y su manifestación en el nivel correspondiente de la personalidad, en la vida en general y en la perinatalidad en particular. Propondremos para cada dimensión temas de reflexión, muchos de los cuales serán movilizados a partir de ejercicios corporales localizados por zonas. Su objetivo es actuar como disparadores para abordar cuestiones que quizá puedan colaborar para vivir el embarazo de una manera menos mecánica y permitan así recuperar su significado vital trascendente. ⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
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Tobi Natal



Extractos tomados del libro de Viviana Tobi 
"El embarazo transformador", Editorial Paidós

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https://drive.google.com/file/d/1yDRwQffvxiJuJQEs2Vh_aEUv7FKoKn0Y/view



6 de julio

Recursos para modificar nuestro estado de conciencia 

Si bien nuestra conciencia puede cambiar de estado en forma espontánea en situaciones particulares —contemplar la magnificencia de la naturaleza, escuchar música, bailar hasta el éxtasis—, existen técnicas a través de las cuales estos estados pueden ser inducidos voluntariamente.

¨      La respiración es una de las herramientas más poderosas para alterar nuestra percepción. Cambiar conscientemente su ritmo puede relajarnos al aquietar nuestra mente, así como también puede hacernos experimentar cambios en nuestras sensaciones corporales.
¨      Por otro lado, visualizar imágenes produce alteraciones en nuestro funcionamiento fisiológico, ya que nos hace sentir en el cuerpo aquello que estamos viendo con la mente.
¨      El movimiento es otro recurso que puede hacernos cambiar de estado de conciencia. Es común sentirse como flotando, después de cierto tiempo, cuando salimos a correr. Lo mismo que sucede con los efectos del baile, con sus ritmos reiterativos, que experimentan los jóvenes en las discos, lo que los lleva a sentir nuevas sensaciones más allá de cualquier otro estímulo de alcohol o drogas con los que a veces busquen acompañar la experiencia.

Utilizar estos tres recursos —la respiración, las imágenes y el movimiento— para el trabajo de parto nos permitirá vivirlo en un estado diferente, un estado que, en lugar de “dis-traernos”, como se nos sugiere muchas veces que hagamos, nos ayudará a “traer-nos” y “con-centrarnos” en los poderes de nuestra “corpo-mentalidad”.




29 de enero

Centro Coronario - La dimensión espiritual
La dimensión espiritual está relacionada con el centro coronario o Sahasrara. Este centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras.
El milagro de nacer a otra vida Parir es poner al mundo en movimiento al traer a él nuevos seres. En cada nacimiento se renueva la historia de la humanidad. Pero nacer es también comenzar a morir, así como morir es, de algún modo, nacer a otra vida. El pasaje de uno a otro estado ha sido objeto de diversas interpretaciones en diferentes religiones y culturas a lo largo de la Historia de la humanidad. Y no han sido pocos los pensadores para quienes la pregunta por los orígenes y por la muerte ocupó un lugar central en sus teorías filosóficas. En nuestra cultura, sin embargo, el contacto con el tema de la muerte suele evitarse. Asociamos la idea a la enfermedad, y no disponemos de recursos para acercarnos a ella como una experiencia inherente a la vida. No existe en nuestro medio una educación para la muerte, como tampoco la hay para el nacimiento.

23 de enero
Centro Frontal - La dimensión mental 

Esta semana estaremos trabajando con el Centro Frontal que se relaciona con la dimensión mental. Si lo imaginamos como una flor, el tallo de este centro se encuentra en el punto medio de la cabeza —donde se halla la hipófisis— y su corola se abre en el entrecejo. Es conocido como el “tercer ojo”.
Está asociado a la intuición, las percepciones extrasensoriales y la capacidad creativa. Es sede del pensamiento abstracto, filosófico.
Este centro, así como el coronario, no se activan mediante movimientos corporales, sino a través de ejercicios de respiración, relajación, visualizaciones y, fundamentalmente, la meditación. Estas actividades modifican el ritmo habitual de nuestro funcionamiento cerebral.
Existen cuatro tipos de ondas cerebrales: las ondas Beta (de 13 a 26 ciclos por segundo), que corresponden al estado de vigilia y los ojos abiertos; las Alfa (de 8 a 13 ciclos por segundo), que se producen con los ojos cerrados y el cuerpo relajado, y con cuyo entrenamiento se logra una sensación de calma y de relajación alerta; las Theta (entre 4 y 8 ciclos por segundo), en que se ingresa en una relajación más profunda o en el sueño y se pierde la noción espaciotemporal, y las ondas Delta (entre 1 y 4 ciclos por segundo), que corresponden al estado del sueño profundo o inconsciencia. Si superamos la frecuencia de las ondas Beta, entramos en un estado de estrés y confusión.
Es a través de la actividad de este cendro que podemos transitar desde los estados de vigilia, propios de las ondas Beta, a los más lentos, en los que la conciencia accede a otro tipo de experiencias, como aquellas que ocurren en los estados de ensoñación y de trance, y también en las comunicaciones telepáticas. Los estados contemplativos ayudan a poner en juego las ondas de más baja frecuencia.


“Estar en la luna” llena
 Cuando vemos a una embarazada —como la llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa la pulsación más elemental de la vida humana.
Cuando vemos a una embarazada —como la llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa la pulsación más elemental de la vida humana.
La mujer embarazada se halla con una natural apertura de conciencia. Y en este momento de su vida, desarrolla con facilidad sus capacidades intuitivas. Es como si hubiera despertado en ella el llamado “sexto sentido”, el cual le hace vivir experiencias no siempre explicables racionalmente. Sus percepciones trascienden muchas veces el orden de los sentidos y es capaz de experimentar cosas que los demás no alcanzan a interpretar.
Cuando puede aprovechar estas capacidades logra ingresar en un nivel de conciencia que desconocía de sí misma, al que algunas personas acceden sólo en estados de trance inducidos, o bien por sugestión hipnótica o por el efecto de sustancias químicas o alucinógenas. 

La comunicación estrecha que mantiene con su hijo agudiza la percepción de sus sensaciones, que son cada vez más finas hasta llegar a niveles extrasensoriales. Es conocido el caso de algunas futuras mamás que han sido capaces de detectar la existencia de algún problema en su bebé antes de que el propio médico lo diagnosticara. Y aunque no se animen a confesarlo, muchas se vinculan regularmente con sus hijos y reciben de ellos respuestas directas a sus pensamientos y emociones. Saben que otro tipo de “diálogo” es posible, y numerosos estudios científicos recientemente aparecidos sobre el impacto que tienen en el bebé las ideas y emociones de su mamá no hacen más que confirmar lo que desde tiempos inmemoriales ellas ya conocían: que existe una comunicación mamá-bebé intrauterina que circula por canales diferentes de aquellos correspondientes a los “sentidos comunes”.

Es que en esta etapa se despliega en la embarazada una variedad de procesos inconscientes que la colocan en lo que la psicoanalista francesa Catherine Bergeret- Amselek ha denominado un “estado de transparencia psíquica”, un estado que hace que muchas de las experiencias que permanecen habitualmente ocultas emerjan con facilidad y queden disponibles a la conciencia.
Muchas embarazadas comentan con sorpresa haber incrementado su actividad onírica, como si se hubiera abierto en ellas el acceso al mundo de los sueños al levantarse el velo que impedía verlo y tornarlo por primera vez traslúcido. El embarazo mismo es vivido en ocasiones como un estado de ensoñación, en el que la conciencia recorre nuevos caminos. Se ingresa en un universo de límites borrosos. Algunas mujeres, al tratar de describir esa sensación de no poder concentrarse o responder del mismo modo a los requerimientos cotidianos, dicen sentirse como si estuvieran “en otro mundo”. Surge una nueva manera de vivir la realidad, “esa realidad aparte” de la que hablaba el antropólogo latinoamericano Carlos Castaneda, donde se inaugura una conexión de calidad diferente con las cosas, las emociones y las personas, y en la que no sólo las palabras resultan innecesarias, sino también la presencia física del otro.


Ser protagonista de la creación de una nueva vida puede iniciar a una mujer en el camino de la creatividad. Es un momento ideal para sacar afuera a la artista que está adentro de cada una.


Los antiguos tratados hindúes sobre el amor describen 64 artes, y sugieren que todos los individuos deberían desarrollar la mayor cantidad posible de éstas a fin de cultivar una actitud creativa y aprovechar las posibilidades de la mente. Si bien estas artes han ido cambiando con cada época, la humanidad siempre ha encontrado en ellas una forma de expresarse.
La embarazada necesita potenciar estas energías emprendiendo actividades que la ayuden a expresarse; como el canto, la música, la pintura o la poesía. Las manualidades y las artesanías son tareas muy frecuentes en esta época, y las mujeres tejen sus sueños al crochet o decorando el cuarto de su bebé.
Lamentablemente, la sociedad de consumo a veces invade este espacio tan único con ofertas coloridas, y el tiempo de embarazo se escurre en recorrer vidrieras o shoppings que inhiben la aptitud creativa femenina haciendo que todo termine en la compra de productos enlatados. Más allá de inquietarnos, sería importante destinar un tiempo para convocar y cultivar estos estados de excepción, a fin de preservarlos de los ritmos vertiginosos en los que habitualmente vivimos.

El llamado del bebé a transitar otros niveles de percepción puede servirnos de guía. Privilegiar la actividad de nuestro hemisferio derecho —sede de percepciones más globales, de la intuición, de la vida emocional, de lo femenino— por sobre el izquierdo —lógico, racional— puede contribuir a emprender este camino iniciático de expansión de nuestra conciencia. No lo desaprovechemos




15 de enero

Centro Laríngeo - La dimensión cognitiva

Esta semana estaremos trabajando el Centro Laríngeo que corresponde a la dimensión cognitiva. Comprende la zona del cuello, los hombros y el rostro, y se extiende por la parte externa de los brazos hasta la yema de los dedos, que es por donde investigamos táctilmente el mundo.
Dado que en él se alojan también la boca, la nariz, los oídos y los ojos, abarca los cinco sentidos, los cuales constituyen la primera puerta de entrada al conocimiento intelectual, las vías de comunicación con el pensamiento racional, y su manifestación a través de la palabra, la mímica, la escritura, y la realización de cualquier tarea manual y de cualquier técnica que hayamos incorporado.
Es decir que este centro se relaciona con la expresión de lo aprendido, y su función, al filtrar la información que nos llega tanto de los niveles superiores supraconscientes como de aquellos inferiores correspondientes al mundo instintivo emocional, es controlar la vida psíquica y someterla a las leyes de la lógica. Es con el que construimos nuestras creencias, que son aquellos supuestos desde los cuales observamos el mundo en el que vivimos y condicionamos, en forma automática, nuestros afectos y nuestras conductas. 
Es también el responsable de mantener nuestro equilibrio. Actúa como un punto de pasaje ya sea al inhibir o al permitir el libre flujo de las energías que circulan por nuestra unidad cuerpo-mente.
En su expresión más cargada, este centro promueve, por un lado, actitudes muy rígidas, de máximo control y autoexigencia, y en el otro extremo, es decir si está desvitalizado, dificulta la posibilidad de poner límites y de asumir responsabilidades.
A esta dimensión le  corresponden algunas cuestiones que pueden facilitar o entorpecer la experiencia de parto, como son el control o el descontrol, la relación con la incertidumbre y con la espera, con las exigencias, los modelos de parto, los mitos y los prejuicios, la elección de las condiciones para parir y la responsabilidad de informarse sobre los derechos y la comunicación con el equipo médico. Todas ellas contribuyen a desarrollar nuestra capacidad cognitiva, necesaria para decidir responsablemente cómo, cuándo, dónde y con quién parir, y por otro lado para reconocer las variables que humanamente no nos es posible controlar.



Los modelos y las exigencias

Muchas veces, el parto es tomado como un examen, y hasta hay mujeres que le preguntan al médico una vez que parieron: “Doctor, ¿cómo me porté?”, como diciendo “¿qué nota me saqué?” a la espera de su aprobación. A veces lo hacen con sus médicos, a veces con sus maridos, a veces con el grupo en el que participan de la preparación. Pero un parto no debería concebirse como si se tratara de un examen, sino más bien como una experiencia vivida con las posibilidades que la mujer tenga en ese momento.
Esta sensación se acentúa en algunos casos más que en otros, pero la experiencia interna de ser juzgada —más que juzgada, calificada— por otro es muy curiosa. Algunas mujeres sueñan que están rindiendo un examen y que en ese momento, en lugar de mostrar sus conocimientos o presentar lo que saben, nace el bebé. A veces aparece una situación de competencia, que se expresa en frases como “yo quiero parir de equis manera porque mi vecina o mi amiga parió de este modo, o la primera esposa de mi marido lo hizo y yo no puedo ser menos que ella”, como si el parto se transformara en un bien de consumo, algo que hubiera que atravesar de tal o cual manera para competir con otros.

Hay mujeres que viven el parto como una competencia en la que se comparan o ponen a prueba con otra mujer (su propia mamá, la cuñada, una amiga, la primera esposa del marido). Pero un parto es una experiencia muy personal, ya que representa el modo particular en que nos separamos de nuestro hijo.


Cada una tiene su propia manera de separarse de su hijo, pues es eso, en todo caso, lo que significa un parto. Sentimos infantilmente que las transgresiones como gritar “merecen un aplazo y perturban a la mesa examinadora”. Creo que está en cada una encontrar su manera de superar esta dependencia.
Merecemos el parto que hayamos tenido: por vía baja o por cesárea, fue lo mejor que hemos podido hacer con los recursos con los que contábamos en ese momento y con la presencia singular que tuvo ese niño que llegó al mundo. Porque no debemos olvidar que en este proceso no sólo participan una mujer y el futuro papá, sino también un bebé, que le imprime a ese instante su característica particular.
A veces, la omnipotencia con la que se prepara la mujer que participa de algún curso de psicoprofilaxis le hace sentir que es como si hubiera sacado un seguro. Dice por ejemplo: “Yo hice todo bien, hice el curso, no falté nunca, ¿por qué fui a cesárea?”. No incluye las variables que tienen que ver con el bebé, con la vida emocional, con el contexto social, económico, geográfico, y muchos otros factores que influyen en el momento del nacimiento. Se pueden incluir variables espirituales, cósmicas, y de cualquier otra índole.
Reducir el fenómeno del nacimiento a uno estrictamente individual, emocional o fisiológico es achicar la perspectiva de algo mucho más abarcativo, que incluye todos los niveles, y genera una presión muy alta en la mujer que la hace sentir que todo depende exclusivamente de ella. Entonces, deberíamos poder reconocer, con menos omnipotencia y más humildad, que formamos parte de una de las tantas experiencias que están involucradas en el acto del nacimiento y del parto, que protagonizamos como mujeres. Contribuimos en el hecho activo de parir, pero es nuestro hijo el que nace. Necesitamos aceptar y reconocer ese primer acto de libertad del ser humano que es nacer.



9 de enero 


Centro cardíaco - La dimensión afectiva

La dimensión afectiva se relaciona con el centro cardíaco. Su tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las manos.
El corazón simboliza la entrega, el amar y ser amado. Las enfermedades cardiovasculares han sido vinculadas con problemas de índole afectiva mucho antes de que se conociera la medicina psicosomática. Al dar la mano —proyección de nuestro pecho—, estamos expresando amistad y confianza. Esa zona corporal también representa voluntad de acción y afirmación de la personalidad, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. Así el amor, la voluntad y la afirmación son los símbolos del centro cardíaco, pero también podemos ver su manifestación en conductas como el rechazo, la competencia o la exclusión del otro. En definitiva, este centro comprende todos los sentimientos que surgen en nuestra vida de relación.
Durante el embarazo, la mujer suele encerrarse en su mundo interno. Por lo tanto, el trabajo correspondiente a la dimensión afectiva consistirá en confrontarse con el mundo externo, revisar cada uno de sus vínculos (la pareja, la familia, los amigos, su entorno laboral) y tratar de ampliar la perspectiva con la que construyó su trama relacional, a fin de enriquecer la comunicación tanto con sus interlocutores habituales como en el nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de la vida es una gran oportunidad para desarrollar nuestra capacidad de dar, de brindarnos a los demás y, fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que estamos gestando. Abrir significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual, a la vez, fortalece nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de nuestro yo. También nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la compasión.




¿Es el amamantamiento una elección o un deber?

Desde el punto de vista fisiológico, nuestro cuerpo de mujer está preparado para amamantar. Pero dar de mamar es una experiencia que va mucho más allá de una función biológica, en la medida en que se juega en un escenario corporal —el de nuestros pechos— comprometido con nuestro erotismo y nuestra sexualidad, que involucra la relación con un otro —nuestro hijo—, que afecta nuestro vínculo de pareja, que condiciona nuestras relaciones familiares y sociales y nuestros compromisos laborales. Además es un proceso altamente determinado por condiciones geográficas, socioeconómicas y culturales.
Actualmente, en los medios urbanos, las mujeres no tienen un contacto previo directo con la experiencia de dar de mamar. A diferencia de otras comunidades, en las que las niñas, por crecer en el seno de familias numerosas, iban aprendiendo naturalmente el arte de amamantar, la mujer de hoy no cuenta con ese saber transmitido por sus pares y sus mayores y, la mayoría de las veces, necesita de una orientación y de una información que la ayuden a ir superando las dificultades naturales que suelen presentarse.
Es común considerar que, por tratarse de un proceso natural, no vamos a tener ningún problema. Sin embargo, muchas de nuestras conquistas culturales, las nuevas exigencias que se nos imponen como mujeres y la falta de una adecuada educación y acompañamiento hacen del amamantamiento un proceso complejo. A veces la mujer no puede amamantar y eso le hace sentir culpa. Cree que sólo a ella le pasa y que no tiene “pasta para ser madre”. O si su mamá tampoco pudo, piensa que lo suyo es un “mal hereditario” (lo cual es un error). También puede ocurrir que su pareja se sienta desplazada o invadida por la presencia continua de las mamadas, o que ella trabaje todo el día y no consiga organizarse con recursos como los de colectar su leche y almacenarla en el freezer. O que la cantidad de leche sea insuficiente. Los casos pueden ser muy variados y la culpa no ayuda a mejorar las cosas.
La ayuda de alguien con experiencia se hace muy necesaria. No se trata de que nos den la receta, porque la lactancia es un proceso de dos, muy personalizado, muy vincular, donde lo que funciona bien para una mamá no funciona para otra. Se trata de pistas que nos orienten en algunas situaciones difíciles.
Por otra parte, la aparición en el mercado de leches sustitutas de la materna colocan a la mujer frente a la responsabilidad de decidir por el tipo de alimentación a ofrecer a su cría. Es innegable la superioridad de la leche humana sobre la artificialmente maternizada para el cachorro recién nacido, pero ante la imposibilidad de amamantar, ya sea por motivos emocionales como por cualquier otro tipo de limitaciones, hay que pensar que dar una mamadera con un abrazo afectuoso puede brindarle a nuestro hijo los nutrientes más importantes que necesita para crecer.
Si la mujer cuenta con información adecuada, podrá sentirse libre para elegir dar o no de mamar.
Algunas campañas de organizaciones que defienden la lactancia natural promueven el amamantar, y aunque esta promoción sea bienintencionada, genera en las mujeres mucha presión. Sin embargo, creo en el poder de alentar y acompañar sin obligar, sin imposiciones que cataloguen la decisión de amamantar como “buena” o “mala” . No se puede desconocer la historia familiar, psicosexual, de pareja, laboral o profesional ni el contexto socioeconómico en el cada mujer vive.
En el amamantamiento no sólo se pone en juego la alimentación del hijo, sino también el vínculo amoroso que se crea con la mamá, y ninguna relación amorosa puede ser planteada en términos de obligación. Sin embargo, somos conscientes del riesgo nutricional al que está expuesta gran parte de nuestra población, por lo que nuestro desafío como profesionales es acompañar a todas las mujeres a llevar una lactancia exitosa, que garantice también su salud psicológica al escuchar sus posibilidades emocionales y favorecer las condiciones para que ésta sea posible.

Algunas décadas atrás eran muy comunes las familias numerosas, y el hecho de compartir la vivienda implicaba que siempre hubiera una mujer amamantando. En cambio hoy, fundamentalmente en las grandes ciudades, la experiencia del amamantamiento es más acotada, menos espontánea y no se vive de modo tan natural, lo que muchas veces obliga a la mujer a buscar asesoramiento.



2 de enero de 2018

Cuando las emociones se desbaratan

La dimensión emocional


El Centro medio se relaciona con la dimensión emocional. Este centro está localizado en la zona de la cavidad abdominal, la que en el embarazo es abarcada por el útero en crecimiento. Su tallo se sitúa en la columna dorsal baja, a la altura de la sexta vértebra, y sus pétalos se abren en el epigastrio o boca del estómago, por sobre el ombligo.
Este centro está relacionado con la vida emocional, llamada “maya” por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de malestares.


Emocionarse de dolor 

Como las demás emociones, la del dolor no existe como sustancia fuera de quien la experimenta. Cuando decimos “me” duele, nos referimos a esa experiencia que vivimos en nuestra subjetividad, que nos sucede de manera única e incomparable a aquella que vivencia el otro. Experiencia que, sin embargo, aprendemos culturalmente a significar a lo largo de nuestras vidas.
El antropólogo británico Desmond Morris plantea en La cultura del dolor: “La experiencia del dolor está conformada por fuerzas culturales, por la potencia del género, la religión y la clase social. Ciertos estados psicológicos y emocionales como la culpa, el miedo la ira, la pena y la depresión lo refuerzan y, a veces, lo crean” (p. ...). No acepta que exista una diferencia entre el dolor físico y el mental, ya que los considera a ambos como pertenecientes a las experiencias básicas humanas que simplemente vivimos como personas.
¿Por qué, entonces, tenemos con el dolor una relación de tanto rechazo, aun sabiendo que muchos de los procesos de crecimiento conllevan cierto grado de él, y que de los momentos dolorosos en general hemos aprendido mucho de lo que somos? ¿Por qué le huimos?
Es la paradoja con la que nos enfrentamos cuando abordamos este tema. Probablemente, agrega Morris, sea su carácter misterioso el que lo torne temible al perturbar un mundo al que dábamos por cierto. Quizá por ello, como humanos, necesitemos interpretarlo, darle un significado personal, y eso nos diferenciaría, según este autor, de los demás animales.
No es casual que el miedo al dolor sea uno de los primeros que las mujeres confiesan experimentar frente al parto, y también el eje sobre el que se construyeron las clásicas propuestas de preparación al parto, como las del “parto sin temor” de G. D. Read o el “parto sin dolor” de F. Lamaze.
Pero el dolor no es una experiencia que alguien tenga derecho a quitarnos, es nuestra, única y subjetiva, y tendremos que aprender a descifrarla, ya que es parte de nuestra existencia.
Para el pedagogo austríaco Ivan Illich, cada cultura tiene su modo de afrontar el dolor, pero “la civilización médica intenta privar el dolor de su significado personal”. Coincidimos cuando dice que es una experiencia solitaria, intransferible. El dolor abre una pregunta, “es el signo de algo no contestado”. Su valor consiste en poner en marcha nuestras habilidades para enfrentarlo. Al intentar aplacarlo, “la medicalización priva a cualquier cultura de la integración de su programa para enfrentar el dolor”. Para Illich, entonces, es la cultura quien hace tolerable el dolor al integrarlo en un sistema significativo. Diferencia el rol que juega en cambio la civilización cosmopolita, que “aparta el dolor de todo contexto subjetivo o intersubjetivo con el fin de aniquilarlo”.
A partir de las ideas que han pensado estos autores, me pregunto por aquellas que podrían ayudarnos a comprender el papel que el dolor desempeña en el tema que nos ocupa especialmente, el del parto.
Lo imagino como un provocador que viene a despertarnos de nuestro letargo vital. Que nos inquieta, nos desestabiliza y nos conmina a construir recursos para enfrentarlo.
Como en toda experiencia de pasaje a un nivel de mayor crecimiento, desafía nuestra capacidad de crear herramientas con las que aún no contábamos
Nos observa, sigiloso, cómo nos esforzamos primero por evitarlo, luego por elevar nuestro umbral para no percibirlo tan intensamente y, finalmente, por reconocer con humildad nuestra limitada capacidad para someterlo.
Una cultura como la nuestra, tal como plantea Illich, no sólo niega su existencia, sino que también nos provee de modelos que nos guíen mientras lo transitamos. Así, sin prepararnos para ir a su encuentro, nos sorprende súbitamente en algún acontecimiento de nuestra vida en el momento mismo en que estábamos por dar un nuevo paso. Pero no, no aceptamos caernos y, en lugar de aprender a hacerlo para que la caída no nos quiebre y poder así levantarnos y seguir con nuestro vuelo, nos resistimos a atravesarlo y ensayamos toda suerte de estrategias para esquivarlo y, si es posible, aniquilarlo.
Nos vemos de golpe en medio del dolor, extrañados por su presencia, y además nos sentimos estafados en nuestra buena de fe, por haber creído en un mundo de puros placeres.
No quiere decir esto que nuestro destino sea vivir revolcándonos gozosos en el dolor, procurando atravesar masoquísticamente la mayor cantidad de situaciones sufrientes. El dolor del que hablamos es aquel que acompaña a todo proceso de cambio, ese que se hace inevitable, al que no podemos renunciar si queremos seguir creciendo. Y cuando pretendemos silenciarlo, usamos las energías que necesitamos para poder disfrutar de los placeres e intensidades.
El dolor de la vida es el que nos puede enseñar. El que nos transforma al hacernos desarrollar las habilidades necesarias para acompañarlo.
El dolor del parto puede convertirse en una oportunidad para que se abra en nuestro cuerpo la pregunta que nos interpela. Para estimularnos a desarrollar conductas, ideas, emociones y actitudes con las que probablemente no contábamos hasta el momento. Respetémoslo, no lo descartemos de entrada. Démosle la oportunidad de mostrarnos el camino. Aunque no es imprescindible para que nazca nuestro hijo, puede serlo para que nazcamos nosotras a una nueva vida.


Si comprendemos que el dolor es parte de nuestro mundo emocional, reconoceremos que, al suprimirlo, estaremos también inhibiendo el flujo de otras emociones y terminaremos privándonos de aquellas que consideramos placenteras.



26 de Diciembre

Centro Lumbosacro - La dimensión sexual

La dimensión sexual se relaciona con el centro lumbosacro. Su tallo se ubica en la columna lumbar y sus pétalos se abren en el pubis, a la altura de los genitales. Abarca la zona de la pelvis, y se extiende por las ingles y la parte delantera de las piernas, los empeines y los arcos de los pies.
Swadishtahana se relaciona con la vida instintiva en general, y con la sexualidad, la seducción y el movimiento del cortejo en particular. Su función es coordinar y distribuir la energía que llega del centro bajo hacia los centros superiores.

Cuando la energía de este centro está bloqueada, la circulación se interrumpe y el buen desarrollo de la sexualidad y la salud se ve perturbado. Las rigideces de este centro se manifiestan en dolores lumbares, ciática y problemas en los meniscos y en los arcos de los pies.

Mitos en torno a la sexualidad de la mujer embarazada

Para las mujeres que habitualmente disfrutan de su cuerpo y que están más en contacto con sus sensaciones, el embarazo brinda una oportunidad de gozar su sexualidad ya que despierta aun más sus capacidades sensibles.
Pero tomando la sexualidad en un sentido relacional, hay parejas muy inhibidas durante esta etapa: hombres que no se sienten atraídos por sus mujeres en este estado o que están muy poco motivados sexualmente, y también mujeres que frente a un hombre algo intimidado se tornan más deseosas y con mayor iniciativa, lo cual da lugar a un juego de roles complementarios. Hasta ocurre que algunos varones presentan episodios de impotencia y de disfunciones erectivas durante el embarazo de su compañera porque sienten la potencia y el poder de ella en disparidad con los propios, y recién consiguen recuperar su capacidad eréctil en el posparto, cuando ellas se encuentran agobiadas por el trabajo de atender al bebé y con ojeras debido a la falta de sueño.
Hay preguntas que muchas veces ni el médico obstetra se ha atrevido a enfrentar abiertamente. Por ejemplo, si se lo consulta por la restricción o no de las relaciones sexuales, en caso de que sean contraindicadas nunca se puntualiza cuál de las prácticas sexuales es específicamente alcanzada por dicha restricción. De ahí que muchas veces las parejas terminan renunciando incluso hasta al contacto.
El afán puesto en un buen desarrollo del trabajo de parto y en la atención del recién nacido hace desviar la mirada de la relación de la futura madre con el futuro padre, y del fortalecimiento del vínculo de la pareja como el mejor sostenedor en la construcción de la nueva familia. Como si una vez cumplido su cometido como reproductora y mantenedora de la especie, la sexualidad debiera replegarse           hasta encontrar nuevamente una vía de expresión aceptada y privilegiada a través de otra concepción.

El hecho de que no se la prestigie como debiera tal vez obedezca a que su ejercicio durante el embarazo pone en evidencia su independencia de lo reproductivo y deja al descubierto su importancia para el intercambio del placer entre un hombre y una mujer. Cuesta entonces comprender al embarazo como la mayor manifestación de la sexualidad de una pareja, y a ésta compartiendo el ámbito de lo materno.

Aparecen los mitos de la mujer embarazada semivirgen, asexuada, convalidados hasta hace muy poco por una moda de ropa casi infantil, inocente, que en lugar de resaltar las nuevas ondulaciones se empeñaba en ocultarlas tras un mono. Ni siquiera se veían fotos en revistas o películas que ayudaran a construir una imagen de mujer sexual como las que podían verse en cualquier escena erótica. Y si alguien se atrevía a encontrarla atractiva, desnudando fantasías debajo de júmperes grandes como carpas y de retratos de románticas imágenes sobre una mecedora, se lo consideraba un perverso sexual. Para las embarazadas sólo quedaba la ternura, el afecto, los antojos, los dulces, los mimos, las concesiones, los privilegios. Como me dijo una vez una embarazada: “¿Y con la calentura qué?”.
Si revisamos algo de la fisiología durante la gestación, nos encontramos con una excitación aumentada por la vasodilatación de la pelvis, un incremento de la lubricación vaginal a partir del tercer mes, un mayor desarrollo de la llamada plataforma orgásmica debida a una mayor vascularización de la zona, la aparición de orgasmos múltiples aun cuando antes no se hubieran manifestado, y hasta una carga sexual constante, que mantiene vivo el deseo todavía después de la etapa de resolución del orgasmo, ya que la descarga es más lenta y no alivia tan eficazmente la tensión.
Si todo esto está sucediendo en el cuerpo de la mujer, ¿por qué será que muchas no sienten deseo, o lo ven disminuido, especialmente en el primer y tercer trimestres?
Estamos nuevamente frente a un fenómeno en el que todos los factores intervienen simultáneamente, ya que además de las condiciones arriba mencionadas existen circunstancias que inhiben el deseo, como los típicos síntomas de los primeros meses: aumento del sueño, fatiga, sensación de náuseas, adaptación al nuevo esquema corporal con las emociones que esto despierta, el no encontrar la posición adecuada para hacer el amor, la necesidad de replegarse sobre sí misma, y los cambios humorales causados por la impregnación hormonal.
Por otro lado, a la mujer le cuesta conciliar su nueva imagen de madre con la de una mujer deseante. En su fantasía infantil, las madres no tienen, actividad sexual.

También el hombre vive momentos de cambio. Se enfrenta con su paternidad, con sus miedos; se siente a veces excluido de esa relación corporal tan estrecha entre su hijo y su mujer y no sabe cómo incluirse. Teme que la penetración del pene en la vagina pueda dañar al bebé o desencadenar en su mujer el trabajo de parto; se asusta de sus propias sensaciones si descubre el erotismo en la maternidad de ella. Se pregunta si no afectará su sexualidad presenciar el parto de su mujer durante el nacimiento de su hijo. Se encuentra frente a un cuerpo distinto, al que desea, pero a la vez al que teme recorrer, probablemente porque, con su carácter maternal, le despierte fantasías edípicas que lo angustian.

Hombre y mujer atraviesan una crisis que, entendida como riesgo y oportunidad al mismo tiempo, los enfrenta con la posibilidad de enriquecer la sexualidad que tenían hasta entonces. Es el momento de ampliar las posibilidades de contacto, de recuperar zonas de pacer olvidadas, o tal vez desconocidas, de probar nuevas vías de gratificación (con la boca, con las manos o en otras posiciones). El ya innecesario cuidado anticonceptivo también es un factor que predispone a un encuentro sexual más espontáneo.
Las dificultades y hasta las posibles contraindicaciones médicas para un coito con penetración pene-vagina pueden transformarse en un verdadero desafío para la creatividad de los dos. También lo es encontrar posiciones coitales en las que se pueda regular la profundidad de la penetración.
Descontraer la pelvis y ondular las caderas está facilitado ahora por la relaxina (hormona que flexibiliza las articulaciones atendiendo las necesidades del parto) y es una buena oportunidad para desplegar en el juego sexual.
El aumento en el tamaño de los pechos es para muchas parejas fuente de excitación, aun cuando en el momento del orgasmo puede observarse una pérdida involuntaria del control de leche, una evidencia más de lo enlazados que están los procesos de ser mujer-madre y mujer-sexual. En muy poco tiempo el hijo de ambos adquirirá otra presencia y traerá sus demandas, exigirá un tiempo que antes sólo les pertenecía a los dos; el espacio se inundará de nuevos olores, nuevos sonidos, tal vez de algunas renuncias, o simplemente postergaciones. Pero más allá de cuarentenas y sueños mal dormidos, papá y mamá, hombre y mujer, defenderán ese espacio que aprendieron a conquistar durante los nueve meses de embarazo, y lo preservarán, seguros de transmitir a la prole, con la unión de sus cuerpos, el deseo y el amor por la intimidad.


El orgasmo durante el embarazo 

Estadísticamente, no todas las mujeres han experimentado un orgasmo, pero no es que no puedan sentirlo. Quizás no lo hayan alcanzado, pero estén cerca, y podrían alcanzarlo en la medida en que empezaran a sentirse, a percibir y a conocer más el funcionamiento de sus cuerpos.
El orgasmo femenino es una respuesta refleja a un estímulo que puede tener distintos orígenes, tanto psicológicos, fisiológicos, como específicamente mecánicos. Para que una mujer experimente un orgasmo, más allá de contar con condiciones emocionales favorables, en general hace falta una estimulación directa o indirecta en su clítoris, órgano que por lo general le es poco conocido y del que no se habla demasiado. No hay obstetra o ginecólogo que revise el clítoris, nadie se ocupa de él pues no tiene una función reproductiva, sino sólo una función para el placer. Ni siquiera entra en la educación sexual cuando les contamos a nuestros hijos acerca de cómo son los aparatos genitales femenino y masculino.
Es justamente por ese desconocimiento que muchas mujeres plantean dificultades para alcanzar un orgasmo y relatan haberlo tenido por primera vez durante el embarazo. Es que, al tener más sensaciones, muchas incrementan su curiosidad y descubren así sus genitales, los tocan, se autoestimulan y de este modo llegan a un orgasmo.
Otro motivo es que al haber reducido la cantidad de relaciones sexuales con penetración por temor de lastimar al bebé, de alguna manera ha habido más juego y estimulación directa clitoridiana. Además esta exploración les ha permitido descubrir y ajustar los tiempos con la pareja, así como los ritmos, la regularidad del estímulo y los tipos de toque que predisponen a un orgasmo. A esto se le suma que en este período existe una mayor predisposición para la plataforma orgásmica (es decir, las condiciones fisiológicas necesarias para que éste ocurra).
Sería interesante que la mujer pudiera aprovechar este momento para explorar otros modos de vincularse sexualmente, con más caricias, más estimulación, o quizás no más, pero sí diferente de aquella que tenían regularmente.





18 de Diciembre

Centro Bajo - La energía vital de nuestro cuerpo

La dimensión orgánica

La dimensión orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara. Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico, donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal.

Proporciona energía a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros órganos vitales. 

La alimentación en el embarazo 

Construyendo el cuerpo de nuestro bebé

Si tomamos en cuenta que construimos materialmente nuestro cuerpo con lo que comemos, el embarazo es una excelente oportunidad de revisar nuestros hábitos alimentarios, ya que de ellos dependerá nuestra salud y la de nuestro bebé.
Según la médica nutricionista argentina Graciela Bianco,* autora del libro Nutrición a conciencia, “para esta tarea de construir el bebé, la mamá necesita formar nuevas estructuras como lo son la placenta y el líquido amniótico. Además, debe ampliar órganos como el útero y las mamas y aumentar la cantidad de sangre y hormonas circulantes. Todo esto hace que la ganancia de peso al fin del embarazo se distribuya de la siguiente manera:

Nuevas estructuras

Feto.......................................3,500 kg
Placenta.................................0,600 kg
Líquido amniótico...............0,800 kg

Estructuras incrementadas

Útero......................................0,900 kg
Mamas....................................0,400 kg
Líquidos de retención
Por hormona.........................1,500 kg
Sangre.....................................1,200 kg
Total........................................10 kg**

La distribución de la ganancia de peso en el tiempo es aproximadamente de 2 kg en el primer trimestre, en el cual se forma la placenta. En el segundo trimestre el bebé es el que más crece, produciendo una ganancia de 5 kg de peso. Y en el último trimestre se suman 3 kg para completar el desarrollo del bebé y del líquido amniótico que lo protege y le permite moverse”.
Susana Zurschmitten, nutricionista argentina, autora del libro Sanarnos mediante la alimentación, dice: “La nutrición es la medicina preventiva por excelencia.... Es el pilar fundamental donde se apoya la salud y la posibilidad de crecer sanamente para desarrollar a pleno las funciones físicas, mentales y espirituales”.
Pero lamentablemente, en el embarazo la preocupación por lo general ha estado orientada a medir la cantidad más que la calidad de aquello que ingerimos. De hecho, hasta no mucho tiempo atrás se alentaba a la embarazada a “alimentarse por dos”, y hoy la mayoría de mujeres, ya sea motivadas por la tendencia de una moda de la delgadez o por presión de su médico, siguen muy de cerca su aumento de peso con dietas que las ayuden controlar la cantidad de las calorías que consumen, pero descuidando muchas veces su valor nutricional.
Pero más allá de lograr manejar el tema del sobrepeso, de fundamental importancia —sobre todo para quienes cuentan con antecedentes de obesidad u otros desórdenes metabólicos—, sería importante que este período sirviera para incorporar hábitos de alimentación más saludables. Tengamos en cuenta que no sólo se están creando las bases de la alimentación del hijo por nacer, sino las de todo el grupo familiar.
Por eso, revisar nuestro sistema de comidas dentro del de nuestras vidas es una responsabilidad para ambos miembros de la pareja gestante.
En ese sentido, es conveniente dedicarles algún tiempo al planeamiento, la elaboración y la degustación de nuestras comidas. Seleccionar los alimentos que pondremos en nuestro carrito del supermercado puede ser el primer paso para contar con los nutrientes que necesitamos. Aprender a combinarlos por sus propiedades para su mejor aprovechamiento, así como por sus colores y sus texturas resulta tan importante como crear un ambiente confortable, apacible y atractivo para comerlos.
Hay que considerar que todos los sentidos están involucradas en la experiencia; por lo tanto, comer despacio es la mejor manera de disfrutar no sólo el sabor de cada bocado, sino su aroma, su textura y su color. Seamos conscientes además de que de este modo estaremos satisfaciendo y nutriendo también a nuestro hijo.
Incluimos a continuación la información que brinda la licenciada Zurscmitten sobre “alimentación saludable” en los talleres para embarazadas, como parte de nuestro programa para parejas gestantes.

 * +Quiero rendirle aquí mi homenaje ya que a ella le debo aprendizajes muy valiosos que me ayudaron a incorporar a mi vida hábitos de alimentación más saludables.
** La diferencia para llegar a los 10 kg obedecería a causas variadas, entre las más comunes la retención de líquidos. [N. de la A.]





4 de Diciembre

Centro Coronario - La dimensión espiritual

El Centro Coronario se relaciona con la dimensión espiritualEste centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad  ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras.

Si bien hemos seguido el orden ascendente en el que son descriptos habitualmente los centros de energía, hubiéramos querido comenzar el recorrido a partir de esta dimensión, ya que al nacer es nuestra coronilla, aún semiabierta, la primera parte de nuestro cuerpo que ve la luz. El hecho de que no esté aún sellada podría interpretarse como una señal de que nuestra conexión con el orden cósmico antecede al enraizamiento que venimos a hacer en este mundo. 

La meditación como experiencia mística 

La técnica por excelencia utilizada para trabajar este centro es la meditación. Ella induce el llamado ritmo Theta de ondas cerebrales, estado de relajación profunda durante el cual se desarrollan los procesos de intuición y la percepción interna. Practicada durante el embarazo, nos permite contactarnos con el milagro de la vida y sus ciclos, y nos brinda conciencia de nuestra unidad con el universo.
Existen diferentes técnicas de meditación, la mayoría de las cuales proviene de Oriente.
Todas ellas, sin embargo, se apoyan en un entrenamiento de la respiración y de la relajación corporal. En realidad, cada persona debe encontrar su propio camino para acceder a ella.
No hay que creer que meditar es solamente sentarse en posición de loto hasta lograr la levitación. Podemos entrar en la experiencia de muchas maneras: en quietud, en movimiento, haciendo ritmos, emitiendo sonidos, danzando, cantando, rezando, etc.
Hay, de todos modos, algunos recursos que pueden facilitarla. Por ejemplo, repetir un mantra o sonido envolvente, moverse reiteradamente con un ritmo parejo, escuchar una melodía armoniosa, dejarse penetrar por los sonidos de la naturaleza —como la caída del agua o el canto de los pájaros—, concentrarse en una serie de números ascendente o descendente que acompañen cada respiración, visualizar un color o hasta inhalar ciertos aromas puede abrir las puertas a esta experiencia de sentirse uno con el todo. Elegir por uno o por otro dependerá probablemente de cuál de los sentidos sea aquel que privilegiemos para percibir el mundo; también influirán las circunstancias del momento en que se elija vivir la experiencia.
Sea lo que fuere lo que suceda, la idea es disponerse a un estado de apertura sin esperar un resultado en particular. Abrirse al misterio de un mundo que no manejamos. La palabra “misterio” comparte su raíz con la palabra “mística”. Tal vez sea ése el universo en el que ingresemos al abrir los canales de esta conciencia superior. 

Ejercicio nº 1. Ejercicio de meditación: Buscar un lugar y una posición a gusto. Cerrar por un momento los ojos, centrándonos en la respiración, y relajar progresivamente el cuerpo, soltando una parte diferente en cada exhalación, desde los pies hasta la cabeza.
Imaginar que por la región superior de la cabeza, por la coronilla, ingresa una poderosa luz blanca, que va recorriendo nuestro cuerpo haciéndonos sentir plenas de un modo totalmente nuevo. Sentirla cálida, resplandeciente, imprimiendo en nuestra vida una luminosidad infinita.
Percibir  cómo la luz trasciende la materialidad de nuestro cuerpo para unirse a la totalidad del universo y, por un instante, imaginarnos formando parte indisoluble del cosmos en el que nuestra conciencia ya no tiene fronteras. No existen barreras de tiempo ni de espacio. Pueden estar allí aquellos que fueron, los que son y los que serán. En ese momento, tratar sólo de ser. Simplemente, ser.
Permanecer en este plano inmaterial algunos minutos más y, luego, regresar al plano terrenal para enraizarnos nuevamente en el nivel físico. Sentir los dedos de los pies, moverlos, también los de las manos.

Ser conscientes de nuestra presencia física, y una vez plenamente aquí abrir los ojos. 





27 de Noviembre

Centro Frontal - La dimensión mental

El Centro Frontal se relaciona con la dimensión mentalSi lo imaginamos como una flor, el tallo de este centro se encuentra en el punto medio de la cabeza —donde se halla la hipófisis— y su corola se abre en el entrecejo. Es conocido como el “tercer ojo”.

Está asociado a la intuición, las percepciones extrasensoriales y la capacidad creativa. Es sede del pensamiento abstracto, filosófico.
Este centro, así como el coronario, no se activan mediante movimientos corporales, sino a través de ejercicios de respiración, relajación, visualizaciones y, fundamentalmente, la meditación. Estas actividades modifican el ritmo habitual de nuestro funcionamiento cerebral.
Existen cuatro tipos de ondas cerebrales: las ondas Beta (de 13 a 26 ciclos por segundo), que corresponden al estado de vigilia y los ojos abiertos; las Alfa (de 8 a 13 ciclos por segundo), que se producen con los ojos cerrados y el cuerpo relajado, y con cuyo entrenamiento se logra una sensación de calma y de relajación alerta; las Theta (entre 4 y 8 ciclos por segundo), en que se ingresa en una relajación más profunda o en el sueño y se pierde la noción espaciotemporal, y las ondas Delta (entre 1 y 4 ciclos por segundo), que corresponden al estado del sueño profundo o inconsciencia. Si superamos la frecuencia de las ondas Beta, entramos en un estado de estrés y confusión.
Es a través de la actividad de este cendro que podemos transitar desde los estados de vigilia, propios de las ondas Beta, a los más lentos, en los que la conciencia accede a otro tipo de experiencias, como aquellas que ocurren en los estados de ensoñación y de trance, y también en las comunicaciones telepáticas. Los estados contemplativos ayudan a poner en juego las ondas de más baja frecuencia.


Recursos para modificar nuestro estado de conciencia 

Si bien nuestra conciencia puede cambiar de estado en forma espontánea en situaciones particulares —contemplar la magnificencia de la naturaleza, escuchar música, bailar hasta el éxtasis—, existen técnicas a través de las cuales estos estados pueden ser inducidos voluntariamente.

¨      La respiración es una de las herramientas más poderosas para alterar nuestra percepción. Cambiar conscientemente su ritmo puede relajarnos al aquietar nuestra mente, así como también puede hacernos experimentar cambios en nuestras sensaciones corporales.
¨      Por otro lado, visualizar imágenes produce alteraciones en nuestro funcionamiento fisiológico, ya que nos hace sentir en el cuerpo aquello que estamos viendo con la mente.
¨      El movimiento es otro recurso que puede hacernos cambiar de estado de conciencia. Es común sentirse como flotando, después de cierto tiempo, cuando salimos a correr. Lo mismo que sucede con los efectos del baile, con sus ritmos reiterativos, que experimentan los jóvenes en las discos, lo que los lleva a sentir nuevas sensaciones más allá de cualquier otro estímulo de alcohol o drogas con los que a veces busquen acompañar la experiencia.

Utilizar estos tres recursos —la respiración, las imágenes y el movimiento— para el trabajo de parto nos permitirá vivirlo en un estado diferente, un estado que, en lugar de “dis-traernos”, como se nos sugiere muchas veces que hagamos, nos ayudará a “traer-nos” y “con-centrarnos” en los poderes de nuestra “corpo-mentalidad”.

 

Técnicas de relajación 

Existen muchas técnicas de relajación y la mayoría de ellas se centran en la respiración. Dos de ellas han sido muy difundidas en Occidente: la de la relajación progresiva de Edmund Jacobson (Chicago, 1938), utilizada en medicina desde principios del último siglo, y el denominado entrenamiento autógeno, creado por el neurólogo berlinés Johannes Schultz, 1927. Veamos sintéticamente cada una de ellas.

¨      Relajación progresiva: Edmund Jacobson propone el control del funcionamiento de la actividad muscular a través de diferenciar la contracción de la relajación. Para ello, se le solicita al practicante que tensione al máximo un grupo muscular y, luego, lo relaje. La idea que subyace a este método es que para bajar el estado de ansiedad es imprescindible contar con músculos relajados. Por ese motivo, esta técnica ha sido utilizada en muchos tratamientos psicológicos para aliviar la ansiedad y el estrés. Sus etapas son las siguientes:
-         Identificar la situación estresora.
-         Ubicar dónde se produce la tensión durante esa escena.
-         Relajar los músculos que se contraen mientras se recrea y enfrenta la imagen que la produjo.

¨      Entrenamiento autógeno: Schultz basa su método en las investigaciones de hipnosis de comienzos del siglo XX, las que dominaba muy bien. Según sus estudios, es posible llegar a los mismos resultados prescindiendo de la presencia de otra persona (de allí su nombre), ya que la tarea se realiza por autogestión. Con su método, busca la transformación general del sujeto a partir de ejercicios fisiológico-racionales, semejantes a las antiguas prácticas hipnóticas mágicas.
Las imágenes que se utilizan se basan en el funcionamiento del sistema vegetativo y se aplican en especial a zonas accesibles al conocimiento de todo individuo. Los pasos a seguir se resumen en seis ejercicios que caracterizan el entrenamiento autógeno: pesadez, calor, pulsación, respiración, funcionamiento abdominal y sensaciones en la cabeza. Con ellos se formulan consignas muy precisas, que incluyen siempre la idea de calma y tranquilidad con la que estos órganos deben funcionar. Toda práctica comienza induciendo a un estado de relajación que pone a la persona progresivamente en contacto con su propio cuerpo, con la ayuda de la respiración, y desde allí va proponiendo las diferentes frases.
A partir de las siguientes consignas, el psicoanalista argentino Fidel Moccio propone, en Terapia del estrés, una adaptación del método de Schultz:
-         “Estoy en calma”.
-         “Mis brazos y mis piernas están pesados”.
-         “Mis brazos y mis piernas están calientes”.
-         “Mi corazón late tranquilo y fuerte”.
-         “Mi respiración está tranquila. Algo respira en mí”.
-         “Mi plexo solar irradia calor”.
-         “Mi frente está agradablemente fresca”.



Estos ejercicios de autohipnosis tienen un gran valor clínico, ya que con sólo concentrarse en unas fórmulas verbales el sujeto logra controlar los músculos y el sistema neurovegetativo. Una vez que se dominan los ejercicios descriptos, el método se continúa con ejercicios de meditación, en los cuales se utilizan las visualizaciones con colores, objetos y conceptos abstractos.






13 de Noviembre

Centro Cardíaco - La dimensión afectiva

El Centro Cardíaco se relaciona con la dimensión afectivaSu tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las manos.

El corazón simboliza la entrega, el amar y ser amado. Las enfermedades cardiovasculares han sido vinculadas con problemas de índole afectiva mucho antes de que se conociera la medicina psicosomática. Al dar la mano —proyección de nuestro pecho—, estamos expresando amistad y confianza. Esa zona corporal también representa voluntad de acción y afirmación de la personalidad, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. Así el amor, la voluntad y la afirmación son los símbolos del centro cardíaco, pero también podemos ver su manifestación en conductas como el rechazo, la competencia o la exclusión del otro. En definitiva, este centro comprende todos los sentimientos que surgen en nuestra vida de relación.
Durante el embarazo, la mujer suele encerrarse en su mundo interno. Por lo tanto, el trabajo correspondiente a la dimensión afectiva consistirá en confrontarse con el mundo externo, revisar cada uno de sus vínculos (la pareja, la familia, los amigos, su entorno laboral) y tratar de ampliar la perspectiva con la que construyó su trama relacional, a fin de enriquecer la comunicación tanto con sus interlocutores habituales como en el nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de la vida es una gran oportunidad para desarrollar nuestra capacidad de dar, de brindarnos a los demás y, fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que estamos gestando. Abrir significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual, a la vez, fortalece nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de nuestro yo. También nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la compasión.


El masaje durante el embarazo
Una comunicación desde el contacto 

Dalila Wagner, profesora de yoga y masoterapeuta argentina especializada en diversas técnicas de masaje, a cargo en nuestro Centro de los masajes a las embarazadas, describe a continuación los beneficios que esta práctica puede otorgar a la futura mamá y al bebé tanto para la salud física como para la emocional.
El masaje constituye un recurso ideal para acompañar los cambios que va experimentando la mujer en su embarazo. Tanto si lo recibe de su pareja de una manera intuitiva, o de un especialista, el contacto en sí mismo la ayuda a conocer el propio cuerpo y a entrar en comunicación con el otro a través de la vía más directa con la que contamos para hacerlo.
Es interesante destacar que el tacto es el primer sentido que desarrolla una persona desde su vida intrauterina, al participar de los movimientos que su madre realiza y que va percibiendo en su piel a través de todo su cuerpo. El masaje durante el embarazo reaviva estas sensaciones placenteras experimentadas en el interior del útero, por lo que libera endorfinas que generan en la futura mamá un sentimiento afectivo de seguridad.
En el plano fisiológico, dado que el cuerpo se relaja se hace más profunda la respiración y de este modo el bebé recibe una mejor oxigenación. Al activar la circulación sanguínea, las toxinas son fácilmente eliminadas y la piel adquiere la elasticidad necesaria apara acompañar el progresivo aumento de peso.
Desde el punto de vista articular, el masaje colabora a orientar la columna con posturas saludables y previene en especial los dolores lumbares y cervicales.
Pero más allá de sus beneficios en el logro de un equilibrio corporal, el masaje es una excelente herramienta de la mujer para conectarse consigo misma y con el bebé, liberar emociones contenidas y desbloquear corazas musculares que le impidan manifestarse con vitalidad.
Existen diversas técnicas de masaje. Nosotros utilizamos una integración de la proveniente de los centros de energía, con sus líneas de energía o “nadis”, a la que se le suman elementos del masaje ayuevédico, de la digitopuntura, el shiatzu y la reflexología.
Se emplean diferentes toques según se pretenda movilizar el sistema circulatorio —para el que se emplean movimientos más enérgicos, aunque más superficiales— o el linfático, destrabar una contractura o activar puntos energéticos precisos, en cuyo caso el toque se realiza con los pulgares y efectuando una presión más profunda.
La respiración consciente constituye una parte fundamental de la práctica, tanto para aquel que la ofrece como para el que la recibe, ya que poner la conciencia en la zona masajeada refuerza el efecto que el toque produce, e involucra al que lo recibe con una posición más activa. Proponemos a continuación algunas recomendaciones prácticas. 

¨      Tomar previamente una ducha caliente y colocarse en un estado receptivo.

¨      Disponer de un tiempo libre de interferencias,  como llamadas telefónicas u otros ruidos distractivos.

¨      Preparar un ambiente cálido.

¨      Disponer una temperatura agradable y luz tenue.

¨      Incluir, si se desea, aromas y música tranquila.

¨      Limitar la comunicación verbal a lo imprescindible.

¨      Tener a mano una manta para cubrirse.

¨      Buscar una posición cómoda: acostada sobre un lado con un almohadón entre las piernas.

¨      Tomar contacto con la respiración profunda.

¨      Utilizar aceites naturales vegetales. Evitar aceites minerales, ya que obstaculizan la libre respiración de la piel. Para el relax utilizar él de lavanda para estimular y activar la circulación, usar el aceite con árnica.

En caso de realizarlo en pareja, sugerimos intercambiar eventualmente los roles a fin de transmitir al compañero las preferencias en el toque.


6 de Noviembre

Centro Medio - La dimensión emocional

El Centro medio se relaciona con la dimensión emocional Este centro está localizado en la zona de la cavidad abdominal, la que en el embarazo es abarcada por el útero en crecimiento. Su tallo se sitúa en la columna dorsal baja, a la altura de la sexta vértebra, y sus pétalos se abren en el epigastrio o boca del estómago, por sobre el ombligo.
Este centro está relacionado con la vida emocional, llamada “maya” por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de malestares.

La vida emocional

Desde el inicio del embarazo, en la mujer se produce bruscamente un cambio hormonal muy intenso: de un día para otro se siente invadida por emociones que, muchas veces, siente que no puede manejar, que la sobrepasan. No es que las desconozca o le resulten extrañas, ya que le pertenecen y ha ido viviéndolas en diferentes momentos de su vida. Lo que ocurre es que se desbaratan, se magnifican, se confunden entre sí y, muchas veces, se tornan incontrolables.

Por su carácter transitorio, producen un sentimiento de ajenidad que no contribuye a que la mujer pueda hacerse cargo de ellas. Las vive como si fueran intrusas, pero en su tránsito consiguen, sin embargo, modificar su estado anímico.
Si bien en el momento surgen con mucha intensidad, al poco rato ceden paso a otra que incluso puede ser de signo contrario. Es así como resulta habitual pasar de la risa al llanto con facilidad, a veces sin una motivación aparente. Como si lo que contara fuera más el monto de carga emocional que está todo el tiempo en juego, que la cualidad de la que se trate, y poco importa bajo qué forma se presenten.
Algunas mujeres asocian esta experiencia a la vivida en los períodos premenstruales. También en “esos días” la mujer experimenta importantes cambios hormonales que le generan, en algunos casos, una hipersensibilidad extrema, y en otros las sumergen en fuertes estados de angustia o desasosiego.

En el embarazo, estas emociones actúan como fuerzas en movimiento que buscan su expresión, y producen que la mujer se sienta impotente para gobernarlas. No encuentra, muchas veces, una explicación a lo que siente, y más que decir “me siento” dice “me pongo”...triste, contenta o de mal humor, sin ninguna causa aparente.

Mas aún, estas emociones se le presentan, a veces, de manera conjunta, lo que la desconcierta todavía más. Probablemente sean las emociones ambivalentes las más difíciles de metabolizar o interpretar.
Es la típica experiencia del primer trimestre, en el que la mujer siente una gran alegría por haberse embarazado y, al mismo tiempo, una sensación general de angustia. O cuando se mezclan los sentimientos de confianza en su capacidad como mamá con aquellos de inseguridad respecto de cómo desempeñarse con su hijo.
Todas estas situaciones colocan a la embarazada, muchas veces, en un estado de intolerancia y de irritabilidad muy acentuado. Aparecen el enojo fácil, la ira, la ofensa o la rivalidad.
Cuando estas emociones se niegan o reprimen y no encuentran una vía de expresión —ya sea compartiéndolas con la pareja, con los amigos o con un profesional idóneo—, pueden buscar su descarga estallando con enfrentamientos violentos. Son las típicas discusiones que potencian aun más la irritabilidad y que generan, a su vez, otras emociones más difíciles de procesar, como el resentimiento o el rencor.
En esos momentos pueden aparecer viejos conflictos no resueltos, escenas de celos, reproches, envidias o sentimientos de venganza. La fuerza con la que se nos aparecen nos conmina a atenderlos, por lo cual es una oportunidad para enfrentarnos con nuestra sombra, en la que nos vemos con todas esas emociones que habitualmente rechazamos de nosotros mismos.

Aunque lo deseemos, no podemos reprimir nuestras emociones, lo que no significa que debemos actuarlas. Ellas necesitan que las reconozcamos como propias y les demos un espacio en nuestras vidas. Nuestra responsabilidad con ellas es abrirles un canal de expresión que no hiera nuestra subjetividad ni la de los otros. A veces nuestro cuerpo puede encontrar una forma de descarga a través del movimiento, como la actividad física, el deporte, la danza o las artes marciales.

Las manifestaciones artísticas son otra excelente vía para tramitar todo aquello que, de otro modo, no podría decirse o manifestarse. Pero el primer paso es reconocer que siempre han sido parte de nosotras más allá del embarazo, sólo que en este período nos sentimos más vulnerables a su presencia.
Desde nuestra perspectiva, más que emociones, representan estados emocionales efímeros que nos conectan con el mundo en forma más sensible. Poder expresarlas, encontrar modos de procesarlas y trascenderlas sin quedarnos pegadas a ellas es un arte a cultivar.



30 de Octubre

Centro Lumbosacro - La dimensión sexual

La dimensión sexual se relaciona con el centro lumbosacro. Su tallo se ubica en la columna lumbar y sus pétalos se abren en el pubis, a la altura de los genitales. Abarca la zona de la pelvis, y se extiende por las ingles y la parte delantera de las piernas, los empeines y los arcos de los pies.
Swadishtahana se relaciona con la vida instintiva en general, y con la sexualidad, la seducción y el movimiento del cortejo en particular. Su función es coordinar y distribuir la energía que llega del centro bajo hacia los centros superiores.

Cuando la energía de este centro está bloqueada, la circulación se interrumpe y el buen desarrollo de la sexualidad y la salud se ve perturbado. Las rigideces de este centro se manifiestan en dolores lumbares, ciática y problemas en los meniscos y en los arcos de los pies.

El parto como experiencia psicosexual 


El parto es la culminación de la unión sexual de dos personas. Así como un orgasmo aparece sólo en condiciones favorables, la experiencia del nacimiento se da naturalmente si no se la bloquea.
Muchas mujeres tienen una relación saludable con su propio cuerpo, ya que conocen su anatomía y su funcionamiento sexual. Ellas son, en general, las que más protagonizan su parto al sentir por dónde pasa, dirigen su propio trabajo y defienden sus posibilidades de acceder a ese momento de acuerdo con sus características personales. Otras, en cambio, han delegado en su pareja el nacimiento de su propio cuerpo. Fue el varón quien les enseñó a ser sexualmente, y luego se produjo una repetición de esta conducta en relación con el médico.
Son pocas las mujeres que han aprendido a tactarse a sí mismas, a saber si tienen dilatación, o a darse cuenta cómo se encuentran cuándo el bebé está naciendo (no hay que olvidar que es posible tocarse los labios vaginales, el periné o incluso tomar la cabecita con las manos cuando asoma para nacer).

A través de una relación con el cuerpo más íntima, familiar y cotidiana, es posible un crecimiento sexual a partir del embarazo y el parto.

Recorrer mentalmente y movilizar el interior de la garganta y de la boca sirven muchas veces como recursos para imaginar a la vagina. Decir “la sonrisa vertical” para referirse a esa zona corporal es usar la boca como metáfora de ella. Sirve para acceder a la vagina desde una experiencia más cotidiana y conocida, como comer, tragar, chupar, absorber, escupir, morder, o justamente sonreír, lo cual le otorga una imagen más potente, y la dota de la posibilidad de actuar en forma voluntaria.





23 de Octubre

Centro Bajo - La dimensión orgánica

"La dimensión orgánica se relaciona con el centro bajo. Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico, donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal. "


En este sentido, este centro se vincula con cómo estamos parados frente a las cosas:

"En posición de elegir 

Como ocurre en todos los planos de la vida, la desinformación y el desconocimiento llevan a una tranquilidad engañosa, y en el caso específico del nacimiento y el parto, a la aceptación pasiva de las condiciones impuestas por el sistema de salud. Sin embargo, la mujer, a diferencia de las demás hembras mamíferas, tiene el derecho de elegir una forma de parir fisiológica, que respete sus preferencias y posibilidades emocionales, familiares y culturales. La pasividad tiene un alto costo en salud psicofísica, que no sólo las mujeres, sino también los bebés, terminan pagando.
La pareja, en su embarazo, suele atravesar un período de inseguridad emocional, lo cual influye en su posibilidad de elegir libremente. Pero desarrollar las cualidades de esta dimensión segurizante pueden ayudarla a ocupar el espacio que le corresponde, plantarse en sus derechos, pararse en la realidad del contexto en el que vive y flexibilizarse frente a la aparición de variables que le impidan llevar adelante su proyecto.
Es desde una posición firme, pero no rígida, que podemos defender lo que queremos y sentirnos seguras de confiar en nuestras fuerzas vitales.

Aprender a elegir la posición para parir es aprender a elegir cómo situarse frente a la vida.

La manera como parimos refleja nuestra propia manera de vivir. Tomar conciencia de esto puede conducirnos a aprovechar el tiempo de gestación para reconocer cómo estamos viviendo y concretar los cambios que sintamos que debemos producir."



11 de Octubre

Centro Coronario - La dimensión espiritual

Esta semana estamos trabajando con el Centro Coronario que se relaciona con la dimensión espiritualEste centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad  ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras.
Si bien hemos seguido el orden ascendente en el que son descriptos habitualmente los centros de energía, hubiéramos querido comenzar el recorrido a partir de esta dimensión, ya que al nacer es nuestra coronilla, aún semiabierta, la primera parte de nuestro cuerpo que ve la luz. El hecho de que no esté aún sellada podría interpretarse como una señal de que nuestra conexión con el orden cósmico antecede al enraizamiento que venimos a hacer en este mundo. 


Desear, concebir, embarazarse 

Podríamos pensar que antes de nuestra vida intrauterina existiríamos inmaterialmente en un nivel de conciencia cósmica. Si vamos un poco más allá, podríamos imaginarnos, como lo consideran algunas creencias, que somos pura energía y que elegimos a nuestros padres como vehículos corporales para expresarnos y desarrollarnos como personas en esta vida. Sin embargo, para los padres gestantes, el nivel de conciencia sobre este proceso de desear, concebir y embarazarse puede variar notoriamente en cada situación y abrir en cada uno más o menos interrogantes.
La primera pregunta que suelen hacerse al darse cuenta de que están esperando un hijo es “¿En qué nos metimos?”, sobre todo si se trata del primero. Y la segunda pregunta suele ser por qué.
Entre las distintas motivaciones que pueden llevar a un hombre y una mujer a embarazarse se encuentran su crecimiento como pareja, la necesidad de cumplir con el deseo de uno de ellos en particular, de darle un hermanito al hijo que ya tienen, de afianzar un vínculo inestable, de reemplazar el espacio dejado por la muerte de un hijo anterior, por amor a los niños e incluso como saboteo a su desarrollo laboral y profesional. Esclarecer estas u otras motivaciones es la tarea esencial del primer trimestre, para poder reelegir el embarazo y la paternidad en forma consciente y responsable, aceptar las limitaciones que pudieron determinarlo y construir las condiciones que posibiliten su crecimiento.
En este período también se hace evidente la diferencia entre lo planeado y lo accidental y, en el último caso, suele aparecer la culpa por no haber deseado el embarazo o por haber fantaseado con interrumpirlo si así hubiese ocurrido. La aceptación profunda de lo que siente íntimamente cada miembro de la pareja respecto de esa nueva vida que se anuncia es el punto de partida más maduro para enfrentar el camino que se inicia.

Visualización de la concepción
Vamos a ubicarnos en el momento de la concepción. Iremos haciendo un recorrido hacia atrás en el tiempo, para conectarnos con ese instante en el que surgió en nosotras el deseo, la fantasía, el proyecto del hijo. Cuando compartimos esas primeras ideas, cuando soñamos con la posibilidad de ser mamá. Con cuántas expectativas fuimos construyendo esa idea, cómo lo imaginábamos y por qué, por qué sí tenerlo o por qué no. En qué momento del encuentro con el otro nos hallábamos y qué fantasías con tener un hijo existían en la experiencia de ese encuentro (el hijo como un deseo personal, como un desafío, como la respuesta a la necesidad de alguien). Qué espacio fue jugando la idea en la pareja, en qué momento apareció como proyecto común y dejó de ser “mis ganas” para ser “las nuestras”. O cuándo fueron solamente las ganas de él que me contagiaban, o las mías que lo contagiaban a él. Cuánto participó el azar, cuánto la planificación, cuánto un trabajoso tratamiento. Cuánto incidió el haber sido nosotros parte de una familia con muchos o con pocos hijos, o el haber sido hijos únicos, el tener padres mayores o padres más jóvenes. Cuánto participó la edad para tomar la decisión, la situación económica, la necesidad de un hermano para nuestro primer hijo, o de una hermana para nuestra primera hija o hijo. Cuánto, finalmente, respondió el embarazo a los sueños y expectativas tejidas a lo largo de la vida en relación con el hecho de procrear, de parir, de criar un hijo. ¿Habíamos imaginado estar embarazadas, en esta época de nuestra vida, alguna vez? Siguiendo un poco más, ¿cuánto participamos o no de ese momento de la concepción de  nuestro hijo? ¿En qué medida nos imaginamos acompañando el encuentro de esas dos células para formar su cuerpito, para darle existencia? ¿Cuánto percibimos, en ese día, en ese encuentro amoroso o en esa relación sexual, que se estaba generando una nueva etapa de nuestra vida y también una nueva vida para un ser humano, la vida de una nueva persona? Y así, muy lentamente, con todas estas sensaciones en nuestro cuerpo, respirando profundamente, recuperando el momento de esta etapa del embarazo que es única, con todo ese movimiento interior que está pulsando en nuestros cuerpos, empezamos a desperezarnos, a estirarnos y a recuperar nuestro estado de vigilia.


Mientras transitamos el embarazo, solemos perder de vista lo que esta idea representó antes, en nuestra historia personal y en la de la pareja. Poder recuperar su significado original y reconocer en qué medida lo elegimos nos permite reafirmar su verdadero sentido.


Generando una nueva vida en diferentes edades 

Para los futuros padres, es muy diferente —aunque no mejor ni peor— vivir un embarazo en la veintena que en la treintena. En una edad algo mayor, ya se tiene   otro tipo de registro de lo que va pasando en la vida. Es otra etapa, con otras ideas, tal vez con mayor conciencia de lo que significa el paso del tiempo; en que se sabe que hay ciertas cosas que ya no vuelven, que se cierran y, quizá también —es muy subjetivo—, cuando se tiene una mayor posibilidad de hacer ese gesto de moverse hacia otro. En cambio, cuando se está viviendo en ese tiempo muy cercano a la salida de la adolescencia, cuesta mucho postergar la necesidad inmediata de ocuparse  de sí misma.
Un hijo, en todo caso, reclama un tiempo y un espacio que no todo el mundo está dispuesto a dar. Se supone que hay una edad en la que la mujer siente que hay aspectos personales que ya ha podido atender, y cuenta con la disponibilidad necesaria para estar en otro lugar acompañando a otro ser humano que la requiere, algo que, tal vez, parecía imposible cuando era muy joven. Claro que tampoco este compromiso se presenta obligatoriamente cuando se tiene más edad. Puede ocurrir que, por entonces, ya resulte difícil renunciar o diferir conquistas ganadas en el espacio laboral o profesional.


“Antes no queríamos saber nada de tener hijos. Estábamos disfrutando nuestras vidas, nuestra profesión, nuestro espacio, el querer vivir juntos otras cosas.”

“Ahora nos damos cuenta de que hay muchísimas cosas que con los hijos chicos no las podemos hacer, pero bueno, ya las hicimos antes.”

En realidad, yo no tenía ganas de tener hijos cuando era más joven, no era una opción... Y ahora estoy chocha con mi hijo y dejo todo por estar con él.”

“Para mí fue muy claro el momento en el que deseé tener un bebé. Lo decidí yo, me parecía que era importante decir ‘tengo ganas de ser mamá y quiero que sea ahora’.”



Es cierto que es la mujer quien hace la mayor inversión física durante el embarazo y los primeros tiempos de crianza, y tal vez sea por eso que muchas veces es ella quien tome o postergue la decisión. En todo caso, el mejor momento será aquel que, en la historia de cada mujer y de su pareja, resulte el más fértil física y emocionalmente para ser padres.






2 de Octubre

Centro Frontal - La dimensión mental 

Esta semana estaremos trabajando con el Centro Frontal que se relaciona con la dimensión mental. Si lo imaginamos como una flor, el tallo de este centro se encuentra en el punto medio de la cabeza —donde se halla la hipófisis— y su corola se abre en el entrecejo. Es conocido como el “tercer ojo”.
Está asociado a la intuición, las percepciones extrasensoriales y la capacidad creativa. Es sede del pensamiento abstracto, filosófico.
Este centro, así como el coronario, no se activan mediante movimientos corporales, sino a través de ejercicios de respiración, relajación, visualizaciones y, fundamentalmente, la meditación. Estas actividades modifican el ritmo habitual de nuestro funcionamiento cerebral.
Existen cuatro tipos de ondas cerebrales: las ondas Beta (de 13 a 26 ciclos por segundo), que corresponden al estado de vigilia y los ojos abiertos; las Alfa (de 8 a 13 ciclos por segundo), que se producen con los ojos cerrados y el cuerpo relajado, y con cuyo entrenamiento se logra una sensación de calma y de relajación alerta; las Theta (entre 4 y 8 ciclos por segundo), en que se ingresa en una relajación más profunda o en el sueño y se pierde la noción espaciotemporal, y las ondas Delta (entre 1 y 4 ciclos por segundo), que corresponden al estado del sueño profundo o inconsciencia. Si superamos la frecuencia de las ondas Beta, entramos en un estado de estrés y confusión.
Es a través de la actividad de este cendro que podemos transitar desde los estados de vigilia, propios de las ondas Beta, a los más lentos, en los que la conciencia accede a otro tipo de experiencias, como aquellas que ocurren en los estados de ensoñación y de trance, y también en las comunicaciones telepáticas. Los estados contemplativos ayudan a poner en juego las ondas de más baja frecuencia.


“Estar en la luna” llena
 Cuando vemos a una embarazada —como la llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa la pulsación más elemental de la vida humana.
Cuando vemos a una embarazada —como la llamó Juan Manuel Serrat, “esa muchacha en flor, por la que anduvo el amor regalando simiente”—, sentimos muchas veces que está en otro mundo, como si hubiera abandonado éste que los demás habitamos, para contactarse con una realidad más sensible, en comunión con energías más sutiles. Tal vez sea ésa la condición necesaria para que su cuerpo pueda albergar a un ser tan vulnerable como lo es el embrión en formación, y estar en sintonía con lo que representa la pulsación más elemental de la vida humana.
La mujer embarazada se halla con una natural apertura de conciencia. Y en este momento de su vida, desarrolla con facilidad sus capacidades intuitivas. Es como si hubiera despertado en ella el llamado “sexto sentido”, el cual le hace vivir experiencias no siempre explicables racionalmente. Sus percepciones trascienden muchas veces el orden de los sentidos y es capaz de experimentar cosas que los demás no alcanzan a interpretar.
Cuando puede aprovechar estas capacidades logra ingresar en un nivel de conciencia que desconocía de sí misma, al que algunas personas acceden sólo en estados de trance inducidos, o bien por sugestión hipnótica o por el efecto de sustancias químicas o alucinógenas. 

La comunicación estrecha que mantiene con su hijo agudiza la percepción de sus sensaciones, que son cada vez más finas hasta llegar a niveles extrasensoriales. Es conocido el caso de algunas futuras mamás que han sido capaces de detectar la existencia de algún problema en su bebé antes de que el propio médico lo diagnosticara. Y aunque no se animen a confesarlo, muchas se vinculan regularmente con sus hijos y reciben de ellos respuestas directas a sus pensamientos y emociones. Saben que otro tipo de “diálogo” es posible, y numerosos estudios científicos recientemente aparecidos sobre el impacto que tienen en el bebé las ideas y emociones de su mamá no hacen más que confirmar lo que desde tiempos inmemoriales ellas ya conocían: que existe una comunicación mamá-bebé intrauterina que circula por canales diferentes de aquellos correspondientes a los “sentidos comunes”.

Es que en esta etapa se despliega en la embarazada una variedad de procesos inconscientes que la colocan en lo que la psicoanalista francesa Catherine Bergeret- Amselek ha denominado un “estado de transparencia psíquica”, un estado que hace que muchas de las experiencias que permanecen habitualmente ocultas emerjan con facilidad y queden disponibles a la conciencia.
Muchas embarazadas comentan con sorpresa haber incrementado su actividad onírica, como si se hubiera abierto en ellas el acceso al mundo de los sueños al levantarse el velo que impedía verlo y tornarlo por primera vez traslúcido. El embarazo mismo es vivido en ocasiones como un estado de ensoñación, en el que la conciencia recorre nuevos caminos. Se ingresa en un universo de límites borrosos. Algunas mujeres, al tratar de describir esa sensación de no poder concentrarse o responder del mismo modo a los requerimientos cotidianos, dicen sentirse como si estuvieran “en otro mundo”. Surge una nueva manera de vivir la realidad, “esa realidad aparte” de la que hablaba el antropólogo latinoamericano Carlos Castaneda, donde se inaugura una conexión de calidad diferente con las cosas, las emociones y las personas, y en la que no sólo las palabras resultan innecesarias, sino también la presencia física del otro.


Ser protagonista de la creación de una nueva vida puede iniciar a una mujer en el camino de la creatividad. Es un momento ideal para sacar afuera a la artista que está adentro de cada una.


Los antiguos tratados hindúes sobre el amor describen 64 artes, y sugieren que todos los individuos deberían desarrollar la mayor cantidad posible de éstas a fin de cultivar una actitud creativa y aprovechar las posibilidades de la mente. Si bien estas artes han ido cambiando con cada época, la humanidad siempre ha encontrado en ellas una forma de expresarse.
La embarazada necesita potenciar estas energías emprendiendo actividades que la ayuden a expresarse; como el canto, la música, la pintura o la poesía. Las manualidades y las artesanías son tareas muy frecuentes en esta época, y las mujeres tejen sus sueños al crochet o decorando el cuarto de su bebé.
Lamentablemente, la sociedad de consumo a veces invade este espacio tan único con ofertas coloridas, y el tiempo de embarazo se escurre en recorrer vidrieras o shoppings que inhiben la aptitud creativa femenina haciendo que todo termine en la compra de productos enlatados. Más allá de inquietarnos, sería importante destinar un tiempo para convocar y cultivar estos estados de excepción, a fin de preservarlos de los ritmos vertiginosos en los que habitualmente vivimos.

El llamado del bebé a transitar otros niveles de percepción puede servirnos de guía. Privilegiar la actividad de nuestro hemisferio derecho —sede de percepciones más globales, de la intuición, de la vida emocional, de lo femenino— por sobre el izquierdo —lógico, racional— puede contribuir a emprender este camino iniciático de expansión de nuestra conciencia. No lo desaprovechemos.   





25 de septiembre

Centro Laríngeo - La dimensión cognitiva
Esta semana estaremos trabajando el Centro Laríngeo que corresponde a la dimensión cognitiva. Comprende la zona del cuello, los hombros y el rostro, y se extiende por la parte externa de los brazos hasta la yema de los dedos, que es por donde investigamos táctilmente el mundo.
Dado que en él se alojan también la boca, la nariz, los oídos y los ojos, abarca los cinco sentidos, los cuales constituyen la primera puerta de entrada al conocimiento intelectual, las vías de comunicación con el pensamiento racional, y su manifestación a través de la palabra, la mímica, la escritura, y la realización de cualquier tarea manual y de cualquier técnica que hayamos incorporado.
Es decir que este centro se relaciona con la expresión de lo aprendido, y su función, al filtrar la información que nos llega tanto de los niveles superiores supraconscientes como de aquellos inferiores correspondientes al mundo instintivo emocional, es controlar la vida psíquica y someterla a las leyes de la lógica. Es con el que construimos nuestras creencias, que son aquellos supuestos desde los cuales observamos el mundo en el que vivimos y condicionamos, en forma automática, nuestros afectos y nuestras conductas. 
Es también el responsable de mantener nuestro equilibrio. Actúa como un punto de pasaje ya sea al inhibir o al permitir el libre flujo de las energías que circulan por nuestra unidad cuerpo-mente.
En su expresión más cargada, este centro promueve, por un lado, actitudes muy rígidas, de máximo control y autoexigencia, y en el otro extremo, es decir si está desvitalizado, dificulta la posibilidad de poner límites y de asumir responsabilidades.
A esta dimensión le  corresponden algunas cuestiones que pueden facilitar o entorpecer la experiencia de parto, como son el control o el descontrol, la relación con la incertidumbre y con la espera, con las exigencias, los modelos de parto, los mitos y los prejuicios, la elección de las condiciones para parir y la responsabilidad de informarse sobre los derechos y la comunicación con el equipo médico. Todas ellas contribuyen a desarrollar nuestra capacidad cognitiva, necesaria para decidir responsablemente cómo, cuándo, dónde y con quién parir, y por otro lado para reconocer las variables que humanamente no nos es posible controlar.


El miedo al descontrol

“Con mi primer hijo hice todo lo que me decía la partera, con quien compartí mucho tiempo. Me sentía tan contenida, que seguía todo lo que ella me iba indicando. Lo único que me salió de adentro —y que era una costumbre mía, porque jugué muchos años al voley— era el grito de los saques. Y en ese momento me acuerdo que ella me dijo: ‘No, no, no; sin gritar’, y me inhibió totalmente, porque no era un grito exagerado.”

A veces, las embarazadas temen descontrolarse durante el parto, como si un parto fuera algo que tuviera que controlarse. Pero, ¿qué entendemos por controlar? Hay que revisar este concepto, pues si bien es cierto que puede haber algunas conductas involuntarias que no ayudan, hay otras que sí. Insisto y repito que cada mujer pare como vive y que cada acto de nuestra vida lo realizamos con nuestro propio estilo. Pero estamos inmersos en un sistema que también organiza nuestro modo de expresión y que tratará de imponérsenos a la hora de parir.


Soltando la voz

Si bien no todas las mujeres son iguales, en el parto resulta útil estimular el libre fluir de las emociones mediante la liberación de sonidos a través de la voz. En el embarazo, desbloquear el centro laríngeo construye una vía directa entre la boca, la garganta y el canal vaginal. Es como si los labios de la boca participaran, junto con los de la vagina, de la descarga que impone el momento expulsivo.
Algunas personas ni siquiera estando solas se animan a gritar; se trata de una cuestión de autocensura, como si se asustaran de sí mismas.
Para vencer esas inhibiciones, se puede probar, cuando están solas en la casa, al ducharse, en la playa o en un campo abierto, gritar diferentes vocales. El grito puede actuar como una liberación sonora analgésica al permitir que el sonido vibre en el cuerpo relajándolo; esas vibraciones sonoras también ejercen un contacto con el bebé. Podemos sentir táctilmente —aunque no usemos nuestros oídos— que nuestro cuerpo está vibrando.
 Hay algunas experiencias en las que los papás también producen sonidos cerca de la mamá como para que el bebé perciba y vibre con su voz en el momento de las contracciones. Conviene experimentarlo antes, a fin de comprobar su utilidad y de tener el recurso disponible en ese momento. Y si hay alguien del equipo que se moleste porque se estén haciendo sonidos “extraños” tendrá que tolerarlos, porque el parto es de la pareja. Lamentablemente, esto puede pasar tanto en el ámbito público como en el privado, y es probable que se relacione con la dificultad que tienen algunos profesionales para manejar la angustia que les genera la irrupción de las emociones en el escenario del parto, para lo cual no han recibido una formación humanística.

Los modelos y las exigencias

Muchas veces, el parto es tomado como un examen, y hasta hay mujeres que le preguntan al médico una vez que parieron: “Doctor, ¿cómo me porté?”, como diciendo “¿qué nota me saqué?” a la espera de su aprobación. A veces lo hacen con sus médicos, a veces con sus maridos, a veces con el grupo en el que participan de la preparación. Pero un parto no debería concebirse como si se tratara de un examen, sino más bien como una experiencia vivida con las posibilidades que la mujer tenga en ese momento.
Esta sensación se acentúa en algunos casos más que en otros, pero la experiencia interna de ser juzgada —más que juzgada, calificada— por otro es muy curiosa. Algunas mujeres sueñan que están rindiendo un examen y que en ese momento, en lugar de mostrar sus conocimientos o presentar lo que saben, nace el bebé. A veces aparece una situación de competencia, que se expresa en frases como “yo quiero parir de equis manera porque mi vecina o mi amiga parió de este modo, o la primera esposa de mi marido lo hizo y yo no puedo ser menos que ella”, como si el parto se transformara en un bien de consumo, algo que hubiera que atravesar de tal o cual manera para competir con otros.

Hay mujeres que viven el parto como una competencia en la que se comparan o ponen a prueba con otra mujer (su propia mamá, la cuñada, una amiga, la primera esposa del marido). Pero un parto es una experiencia muy personal, ya que representa el modo particular en que nos separamos de nuestro hijo.


Cada una tiene su propia manera de separarse de su hijo, pues es eso, en todo caso, lo que significa un parto. Sentimos infantilmente que las transgresiones como gritar “merecen un aplazo y perturban a la mesa examinadora”. Creo que está en cada una encontrar su manera de superar esta dependencia.
Merecemos el parto que hayamos tenido: por vía baja o por cesárea, fue lo mejor que hemos podido hacer con los recursos con los que contábamos en ese momento y con la presencia singular que tuvo ese niño que llegó al mundo. Porque no debemos olvidar que en este proceso no sólo participan una mujer y el futuro papá, sino también un bebé, que le imprime a ese instante su característica particular.
A veces, la omnipotencia con la que se prepara la mujer que participa de algún curso de psicoprofilaxis le hace sentir que es como si hubiera sacado un seguro. Dice por ejemplo: “Yo hice todo bien, hice el curso, no falté nunca, ¿por qué fui a cesárea?”. No incluye las variables que tienen que ver con el bebé, con la vida emocional, con el contexto social, económico, geográfico, y muchos otros factores que influyen en el momento del nacimiento. Se pueden incluir variables espirituales, cósmicas, y de cualquier otra índole.
Reducir el fenómeno del nacimiento a uno estrictamente individual, emocional o fisiológico es achicar la perspectiva de algo mucho más abarcativo, que incluye todos los niveles, y genera una presión muy alta en la mujer que la hace sentir que todo depende exclusivamente de ella. Entonces, deberíamos poder reconocer, con menos omnipotencia y más humildad, que formamos parte de una de las tantas experiencias que están involucradas en el acto del nacimiento y del parto, que protagonizamos como mujeres. Contribuimos en el hecho activo de parir, pero es nuestro hijo el que nace. Necesitamos aceptar y reconocer ese primer acto de libertad del ser humano que es nacer.




6 de Septiembre

Centro Lumbosacro - La dimensión sexual
Rol del periné en la sexualidad 

Además de las funciones de sostén y de pasaje, los músculos pubocoxígeos también desempeñan un papel central en la experiencia sexual orgásmica, para la cual necesitan contar con una buena tonicidad. Conocer su funcionamiento y fortalecerlos, sabiendo también relajarlos, es una manera de intensificar las sensaciones de placer.
Este descubrimiento fue realizado por el médico urólogo Arnold Kegel (1948) al desarrollar sus ejercicios de fortalecimiento muscular del periné para resolver el problema de incontinencia urinaria en la mujer. Comprobó que sus pacientes comenzaban a tener mayor frecuencia e intensidad en los orgasmos, y algunas reportaban incluso haberlo experimentado por primera vez.

Tener en cuenta que por debajo de estos músculos se encuentran situados los cuerpos eréctiles del clítoris, que además del capuchón que lo recubre posee dos bulbos y una esponja perineal. De allí que a las mujeres que en una terapia sexual consultan por dificultades en alcanzar el orgasmo se le sugieren ejercicios que aumenten la tonicidad de su piso pélvico.


Ejercicio nº 1. Ejercicios de Kegel o sexoejercicios: 

Se denominan así a los ejercicios diseñados por el mencionado Kegel, los cuales consisten en contraer y relajar los músculos pubocoxígeos. Se los recomienda para prevenir, resolver o mejorar el funcionamiento sexogenital.

Sugerimos practicarlos en siete sucesivas contracciones y relajaciones hasta llegar progresivamente a completar siete series de siete (49 movimientos seguidos). Repetir la misma serie tres veces al día.
Pueden incluirse dentro del juego sexual de la pareja comprimiendo las paredes vaginales durante la penetración o introduciéndose el propio dedo o el del compañero durante una experiencia compartida.
Si bien pueden practicarse durante el embarazo, son especialmente indicados en el posparto. Se ha comprobado que el embarazo y el parto perturban la sensibilidad de los circuitos propiceptivos y sensoriales habituales de las reacciones eróticas femeninas. Por tal motivo, después del parto, para tomar conciencia del nuevo esquema corporal es conveniente, junto con la práctica de los sexejercicios, adecuar un discurso que invite a reerotizar las percepciones. También sería recomendable investir a los genitales de un sentido estético que los resignificara positivamente, a fin de que recuperen la jerarquía que les corresponde tener en el universo somático que habitamos como mujeres. Esto no implica hacer pública una experiencia íntima, sino tomar conciencia de su importancia a la vez que resguardamos los misterios de nuestras profundidades femeninas.

Ejercicio nº 2. Ejercicio de autoexploración de la vulva: La mayor parte de las veces delegamos nuestro placer sexual en nuestra pareja, pero en el momento del parto es muy necesario que la mujer conozca perfectamente sus genitales. Por lo general, aceptamos que nuestro obstetra nos corrija o mejore nuestro periné a través de una episiotomía. Pero hay que saber que la vagina no es un órgano pasivo-receptivo, ya que posee, entre otras, una capacidad expulsiva gracias a la cual es posible el nacimiento de un nuevo ser. Por eso, además de hacer los ejercicios de movilización muscular sugerimos recorrer con el dedo los propios genitales mientras se los observa en un espejo, a fin de aceptarlos y reconocerlos como los protagonistas a la hora del parto. Este ejercicio también puede realizarse en pareja. La observación con el espejo puede ir seguida de un dibujo de toda la vulva que podrá confrontarse con el diagrama arriba presentado, lo que ayudará a identificar los diferentes órganos y a familiarizarse con esa zona del propio cuerpo, desconocida para muchas mujeres.

Ejercicio nº 3. Autoestimulación clitorídea y vaginal: Están enmarcados dentro de los clásicos ejercicios de “placereado genital y focalización sensorial” descriptos por los sexólogos norteamericanos William H. Masters y Virginia E. Johnson. Consisten en acariciarse las zonas erógenas sin esperar otro resultado que el de conocerse y disfrutar de las sensaciones que producen. Aprender a tocarse los genitales o mirárselos en un espejo, superando ciertas barreras de la inhibición cultural, ayudará a disminuir las distancias que se imponen las mujeres a la hora de parir, las cuales les impiden acompañar la progresiva transformación que van a protagonizar su vagina y el cuello de su útero.
Para realizarlos sugerimos buscar un momento y un espacio con privacidad, y encarar la experiencia con espíritu exploratorio y una actitud desprejuiciada.
Mirándose en un espejo, comenzar recorriendo con los dedos los labios mayores, separarlos y descubrir en su interior la presencia de los labios menores, y de arriba abajo, el clítoris, el orificio de la uretra y el de la vagina. Una vez identificado el clítoris, reconocer sus diferentes partes: el cuerpo, el glande y el capuchón. Con los dedos humedecidos con una crema o aceite, frotarlo variando el ritmo y la presión hasta descubrir aquella que produzca más placer. La velocidad puede también ir variando hasta acercarse, si es que aparece, a la sensación orgásmica.
Puede también probarse introducir un dedo en la vagina recorriendo sus pliegues interiores y registrar cuáles son las zonas más sensibles, para luego contraer sus paredes presionando el dedo que se introdujo en su interior.




31 de Agosto

La energía vital de nuestro cuerpo

La dimensión orgánica




La dimensión orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara. Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico, donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal.

Proporciona energía a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros órganos vitales. 


La salud de nuestro periné  

El periné, que corresponde al suelo de nuestra pelvis, constituye una parte fundamental de este centro. Efectivamente, los yoguis siempre lo han considerado una región energéticamente muy poderosa. Sin embargo, resulta habitual que las personas no conozcan dónde tienen su periné. Este desconocimiento de una parte anatómica tan fundamental puede obedecer a que su localización no resulta tan accesible a la propia mirada, aunque es más probable que sea porque en él están alojadas las funciones sexuales, histórica y socialmente tan reprimidas.
Esta zona del cuerpo, que va desde el pubis hasta el coxis y que conforma el piso de la pelvis, es la sede de nuestro aparato sexual uro-recto-genital. 


Ejercicios del periné

Teniendo en cuenta que en el trabajo de parto y en el parto mismo nuestro periné –el suelo de nuestra pelvis– debe contar con la flexibilidad suficiente para estirarse, pero también debe poder relajarse, es importante tener en cuenta algunos ejercicios que pueden realizarse a lo largo de todo el embarazo, en el trabajo de parto y en el parto.

¨      En el embarazo: Es el período en el que la función de sostén del periné está más exigida por el natural peso que ejerce el bebé en forma continua, lo que aumenta considerablemente el trabajo de resistencia que estos músculos deben realizar. A su vez, por el cambio hormonal, este tejido se vuelve menos resistente.
Para contrarrestar esta situación y lograr además que en el momento del parto estos tejidos estén flexibles tanto para estirarse como para relajarse, es conveniente practicar regularmente, a lo largo de todo el embarazo, algunos ejercicios específicos. A través de ellos no sólo se obtendrá la conciencia y un buen manejo de su funcionamiento, sino que, además, se optimizará el placer en la experiencia sexual. He aquí una primera serie:


Ejercicio nº 1. Flexibilización pubocoxígea: Acostada boca arriba con las rodillas flexionadas y los pies apoyados en el suelo, contraer los músculos pubocoxígeos (entre el pubis y el coxis) mientras se exhala, tratando de acercar el coxis al pubis. Hacerlo durante siete segundos y, luego, relajar mientras se inspira en los siete segundos siguientes.

Ejercicio nº 2. Ejercicio ante el esfuerzo: Toser fuerte teniendo contraído el periné. Adoptarlo como hábito cada vez que se efectúe algún esfuerzo abdominal.

Ejercicio nº 3. Ejercicio de control de la micción: Uno de los ejercicios más difundidos para controlar el funcionamiento de la zona perineal consiste en emitir la orina de a chorritos. Si bien sirve para localizar y manejar voluntariamente los músculos perivaginales, hacerlo varias veces en la misma micción puede alterar el reflejo de orinar, en la medida en que la uretra se ve obligada a reiniciar la micción cuando la vejiga ya no está tan llena, y esto puede perturbar su mecanismo haciendo que queden restos sin descargar que, a la larga, podrían producir infecciones urinarias. Por lo tanto, aconsejamos practicarlo deteniéndose sólo una vez, al principio de la micción, cuando se tienen ganas de orinar, cuidando luego de descargar totalmente la vejiga, y no hacerlo más de una vez al día.
En realidad, se trata de vitalizar dicha musculatura a fin de adecuar su tono, tanto para la relajación como para la fuerza, para que en el momento del pujo se utilice de manera consciente y activa.

¨      Durante el preparto: Como preparación para el período expulsivo, en el que el periné corre más riesgos de deteriorarse, recomendamos:
Un masaje que lo torne más flexible, y ayude a familiarizarse con la sensación de estiramiento. Para ello, recorrer con dos dedos juntos los labios externos y el contorno de la vagina. Realizar un movimiento de vaivén estirando el tejido, los músculos y la piel del periné. Evitar presionar el orificio de la uretra para prevenir cualquier posible infección urinaria. Puede utilizarse una crema o bien un aceite de almendras cuidando que las manos estén bien limpias. Conviene iniciarlo seis semanas antes de la fecha probable de parto. Se sugiere compartirlo con la pareja.
Baños de inmersión o de asiento: Ya sea en la bañera o haciendo un baño de asiento con agua tibia, en el período previo al expulsivo.
Paños calientes: Un paño caliente, húmedo o seco, apoyado en el periné también puede servir para relajar estos músculos.

¨      En el parto:
Ejercicio nº 4. Se recomienda la posición vertical, y en especial la de cuclillas, con la que se amplía el diámetro pélvico. Además, en esta posición el peso del apoyo de la cabecita del bebé se reparte en forma pareja, lo cual previene desgarros perineales.

Tener en cuenta que si se está bajo efecto de la anestesia peridural, este reflejo se verá disminuido y será necesario apelar al pujo con respiración bloqueada, que si bien puede resultar más efectivo, genera una excesiva presión sobre el periné.

Orientación del pujo: Si no se ha perdido la sensibilidad, tratar de orientar el pujo hacia adelante, es decir hacia el periné anterior, ya que el recorrido del bebé no es recto sino curvo.
Dejar de pujar: Detener el pujo si la partera considera que en cierto momento eso puede proteger un poco más el periné.


Episiotomía no sistemática
Es recomendable conversar con el médico sobre el uso rutinario de la episiotomía, dado que, a partir de las últimas investigaciones, se ha comprobado que ésta no previene desgarros, sino que, por el contrario, ella misma puede ser la responsable de lesionar el periné.


¨      Durante el posparto: Pueden realizarse algunos primeros ejercicios de contracción y relajación perineal ya en los primeros días después del parto. Pero  deben ser hechos con suavidad y no más de siete veces por vez distribuidas a lo largo del día. 

Durante las dos primeras semanas del puerperio, en las que el periné está recuperándose de las consecuencias del estiramiento al que fue sometido en el parto, hay que evitar las posiciones verticales de sobrecarga o cualquier esfuerzo que pueda presionarlo. Sobre todo el que se produce al alzar objetos pesados o el generado por la presión que le ocasionan los abdominales al contraerse fuertemente.
Es recomendable por lo tanto, si se realizan ejercicios abdominales, mantener contraído todo el suelo de la pelvis mientras se los practica. También conviene que el esfuerzo abdominal vaya efectuándose en forma progresiva hasta completar las seis semanas posteriores al parto.

Ejercicio nº 5. Luego, los ejercicios consistirán en contraer y relajar la musculatura perineal como si se estuviera reteniendo y soltando alternativamente la orina, buscando posiciones invertidas que lo liberen del peso que ejercen los órganos sobre toda su superficie a causa de la fuerza de gravedad.
En caso de episiotomía, una compresa fría puede calmar el dolor. Una vez cicatrizada se puede masajear la zona afectada con aceite de almendras o alguna crema que ayude a ir recuperando progresivamente su sensibilidad. 





17 de agosto


El milagro de la vida
La dimensión espiritual
"La dimensión espiritual está relacionada con el centro coronario o Sahasrara. Este centro nace detrás del punto medio de la cabeza, donde se halla la glándula pineal, y se abre hacia la coronilla. Es allí donde la humanidad ha representado simbólicamente la espiritualidad de una persona. Podemos verla dibujada como una aureola en los santos o también como la corona del rey, cuya autoridad es considerada de origen divino. Es la puerta de entrada de la energía cósmica, y el lugar hacia donde debe dirigirse la energía de los demás centros para encontrarse en unidad con lo infinito. Simboliza el mundo espiritual, que lo abarca todo de manera ilimitada, en el cual la conciencia queda libre de fronteras."
El milagro de nacer a otra vida Parir es poner al mundo en movimiento al traer a él nuevos seres. En cada nacimiento se renueva la historia de la humanidad. Pero nacer es también comenzar a morir, así como morir es, de algún modo, nacer a otra vida. El pasaje de uno a otro estado ha sido objeto de diversas interpretaciones en diferentes religiones y culturas a lo largo de la Historia de la humanidad. Y no han sido pocos los pensadores para quienes la pregunta por los orígenes y por la muerte ocupó un lugar central en sus teorías filosóficas. En nuestra cultura, sin embargo, el contacto con el tema de la muerte suele evitarse. Asociamos la idea a la enfermedad, y no disponemos de recursos para acercarnos a ella como una experiencia inherente a la vida. No existe en nuestro medio una educación para la muerte, como tampoco la hay para el nacimiento. 25 de julio


Al encuentro del otro

La dimensión afectiva

La dimensión afectiva se relaciona con el centro cardíaco o Ananhata. Su tallo se ubica en la columna dorsal alta y se abre en el pecho a la altura del corazón. Abarca también los brazos y las palmas de las manos.
El corazón simboliza la entrega, el amar y ser amado. Las enfermedades cardiovasculares han sido vinculadas con problemas de índole afectiva mucho antes de que se conociera la medicina psicosomática. Al dar la mano —proyección de nuestro pecho—, estamos expresando amistad y confianza. Esa zona corporal también representa voluntad de acción y afirmación de la personalidad, como cuando se nos pide “sacar pecho” para enfrentar una dificultad. Así el amor, la voluntad y la afirmación son los símbolos del centro cardíaco, pero también podemos ver su manifestación en conductas como el rechazo, la competencia o la exclusión del otro. En definitiva, este centro comprende todos los sentimientos que surgen en nuestra vida de relación.
Durante el embarazo, la mujer suele encerrarse en su mundo interno. Por lo tanto, el trabajo correspondiente a la dimensión afectiva consistirá en confrontarse con el mundo externo, revisar cada uno de sus vínculos (la pareja, la familia, los amigos, su entorno laboral) y tratar de ampliar la perspectiva con la que construyó su trama relacional, a fin de enriquecer la comunicación tanto con sus interlocutores habituales como en el nuevo diálogo con el bebé.
Esta etapa de la vida es una gran oportunidad para desarrollar nuestra capacidad de dar, de brindarnos a los demás y, fundamentalmente, de abrirnos al nuevo ser que estamos gestando. Abrir significa soltar, aprender a dar y a recibir, todo lo cual, a la vez, fortalece nuestra autoestima, nuestra confianza y la afirmación de nuestro yo. También nos ayuda a desarrollar la voluntad, la solidaridad y la compasión.


Las conductas respiratorias

Muchas veces, al enfrentar una situación difícil solemos inspirar más profundamente en forma espontánea para darnos impulso. Tomamos aire para reunir coraje al encarar un problema, también porque necesitamos calmarnos si estamos muy ansiosos o angustiados, o para enfrentar el dolor. Quiere decir que los motivos por los cuales alteramos la respiración son muchos y muy diferentes, y que podemos regularla o modificarla automáticamente en función de las circunstancias. Es desde esta perspectiva que planteamos el gesto respiratorio como conducta.
Cuando estamos “vueltas hacia adentro”, como ocurre durante el embarazo, abrir el chakra del corazón puede poner las cosas en perspectiva ya que ayuda a expandir la mirada. Llevar la respiración desde la zona baja a la región del centro cardíaco es beneficioso cuando se trata de poner una distancia saludable con el mundo de las emociones.

El encuentro con el otro

Gracias a que estamos separados y no en fusión, nos es posible encontrarnos con otro. Un hijo es el producto de una relación con otro. Esto es lo que nos ayuda a vivirlo como diferente. Es precisamente en el encuentro erótico y en el deseo de un hijo —tal vez los más íntimos que existan— que esta experiencia se materializa. Allí, en la máxima proximidad, se me revela la distancia que me separa de mi prójimo y es en ese encuentro que reconozco lo diferente. 


¿Es el amamantamiento una elección o un deber?

Desde el punto de vista fisiológico, nuestro cuerpo de mujer está preparado para amamantar. Pero dar de mamar es una experiencia que va mucho más allá de una función biológica, en la medida en que se juega en un escenario corporal —el de nuestros pechos— comprometido con nuestro erotismo y nuestra sexualidad, que involucra la relación con un otro —nuestro hijo—, que afecta nuestro vínculo de pareja, que condiciona nuestras relaciones familiares y sociales y nuestros compromisos laborales. Además es un proceso altamente determinado por condiciones geográficas, socioeconómicas y culturales.
Actualmente, en los medios urbanos, las mujeres no tienen un contacto previo directo con la experiencia de dar de mamar. A diferencia de otras comunidades, en las que las niñas, por crecer en el seno de familias numerosas, iban aprendiendo naturalmente el arte de amamantar, la mujer de hoy no cuenta con ese saber transmitido por sus pares y sus mayores y, la mayoría de las veces, necesita de una orientación y de una información que la ayuden a ir superando las dificultades naturales que suelen presentarse.
Es común considerar que, por tratarse de un proceso natural, no vamos a tener ningún problema. Sin embargo, muchas de nuestras conquistas culturales, las nuevas exigencias que se nos imponen como mujeres y la falta de una adecuada educación y acompañamiento hacen del amamantamiento un proceso complejo. A veces la mujer no puede amamantar y eso le hace sentir culpa. Cree que sólo a ella le pasa y que no tiene “pasta para ser madre”. O si su mamá tampoco pudo, piensa que lo suyo es un “mal hereditario” (lo cual es un error). También puede ocurrir que su pareja se sienta desplazada o invadida por la presencia continua de las mamadas, o que ella trabaje todo el día y no consiga organizarse con recursos como los de colectar su leche y almacenarla en el freezer. O que la cantidad de leche sea insuficiente. Los casos pueden ser muy variados y la culpa no ayuda a mejorar las cosas.
La ayuda de alguien con experiencia se hace muy necesaria. No se trata de que nos den la receta, porque la lactancia es un proceso de dos, muy personalizado, muy vincular, donde lo que funciona bien para una mamá no funciona para otra. Se trata de pistas que nos orienten en algunas situaciones difíciles.
Por otra parte, la aparición en el mercado de leches sustitutas de la materna colocan a la mujer frente a la responsabilidad de decidir por el tipo de alimentación a ofrecer a su cría. Es innegable la superioridad de la leche humana sobre la artificialmente maternizada para el cachorro recién nacido, pero ante la imposibilidad de amamantar, ya sea por motivos emocionales como por cualquier otro tipo de limitaciones, hay que pensar que dar una mamadera con un abrazo afectuoso puede brindarle a nuestro hijo los nutrientes más importantes que necesita para crecer.
Si la mujer cuenta con información adecuada, podrá sentirse libre para elegir dar o no de mamar.
Algunas campañas de organizaciones que defienden la lactancia natural promueven el amamantar, y aunque esta promoción sea bienintencionada, genera en las mujeres mucha presión. Sin embargo, creo en el poder de alentar y acompañar sin obligar, sin imposiciones que cataloguen la decisión de amamantar como “buena” o “mala” . No se puede desconocer la historia familiar, psicosexual, de pareja, laboral o profesional ni el contexto socioeconómico en el cada mujer vive.
En el amamantamiento no sólo se pone en juego la alimentación del hijo, sino también el vínculo amoroso que se crea con la mamá, y ninguna relación amorosa puede ser planteada en términos de obligación. Sin embargo, somos conscientes del riesgo nutricional al que está expuesta gran parte de nuestra población, por lo que nuestro desafío como profesionales es acompañar a todas las mujeres a llevar una lactancia exitosa, que garantice también su salud psicológica al escuchar sus posibilidades emocionales y favorecer las condiciones para que ésta sea posible.

Algunas décadas atrás eran muy comunes las familias numerosas, y el hecho de compartir la vivienda implicaba que siempre hubiera una mujer amamantando. En cambio hoy, fundamentalmente en las grandes ciudades, la experiencia del amamantamiento es más acotada, menos espontánea y no se vive de modo tan natural, lo que muchas veces obliga a la mujer a buscar asesoramiento.




17 de julio

Cuando las emociones se desbaratan

La dimensión emocional


La dimensión emocional se relaciona con el centro medio o Manipura. Este centro está localizado en la zona de la cavidad abdominal, la que en el embarazo es abarcada por el útero en crecimiento. Su tallo se sitúa en la columna dorsal baja, a la altura de la sexta vértebra, y sus pétalos se abren en el epigastrio o boca del estómago, por sobre el ombligo.
Este centro está relacionado con la vida emocional, llamada “maya” por los yoguis, y que en sánscrito significa “ilusión”, lo cual alude a la fatuidad y la inconsistencia de las emociones, que a diferencia de los sentimientos —verdaderas construcciones de la dimensión afectiva—, constituyen una experiencia pasajera. En permanente estado de cambio bajo el influjo de los estímulos externos, las emociones se manifiestan a través de respuestas motoras. Es así como los estímulos son transformados en movimiento y expresión.
A este centro le corresponde el plexo solar, y los órganos que comprende son aquellos del aparato digestivo: el estómago, el duodeno, el intestino y el páncreas, todos vulnerables a las emociones y con gran tendencia a responder a las presiones ambientales con perturbaciones sintomáticas, lo cual constituye muchas de las llamadas enfermedades psicosomáticas. Expresiones coloquiales como: “me pateó el hígado” o “tengo un nudo en el estómago” sin dudas remiten a este tipo de malestares.


Emocionarse de dolor 

Como las demás emociones, la del dolor no existe como sustancia fuera de quien la experimenta. Cuando decimos “me” duele, nos referimos a esa experiencia que vivimos en nuestra subjetividad, que nos sucede de manera única e incomparable a aquella que vivencia el otro. Experiencia que, sin embargo, aprendemos culturalmente a significar a lo largo de nuestras vidas.
El antropólogo británico Desmond Morris plantea en La cultura del dolor: “La experiencia del dolor está conformada por fuerzas culturales, por la potencia del género, la religión y la clase social. Ciertos estados psicológicos y emocionales como la culpa, el miedo la ira, la pena y la depresión lo refuerzan y, a veces, lo crean” (p. ...). No acepta que exista una diferencia entre el dolor físico y el mental, ya que los considera a ambos como pertenecientes a las experiencias básicas humanas que simplemente vivimos como personas.
¿Por qué, entonces, tenemos con el dolor una relación de tanto rechazo, aun sabiendo que muchos de los procesos de crecimiento conllevan cierto grado de él, y que de los momentos dolorosos en general hemos aprendido mucho de lo que somos? ¿Por qué le huimos?
Es la paradoja con la que nos enfrentamos cuando abordamos este tema. Probablemente, agrega Morris, sea su carácter misterioso el que lo torne temible al perturbar un mundo al que dábamos por cierto. Quizá por ello, como humanos, necesitemos interpretarlo, darle un significado personal, y eso nos diferenciaría, según este autor, de los demás animales.
No es casual que el miedo al dolor sea uno de los primeros que las mujeres confiesan experimentar frente al parto, y también el eje sobre el que se construyeron las clásicas propuestas de preparación al parto, como las del “parto sin temor” de G. D. Read o el “parto sin dolor” de F. Lamaze.
Pero el dolor no es una experiencia que alguien tenga derecho a quitarnos, es nuestra, única y subjetiva, y tendremos que aprender a descifrarla, ya que es parte de nuestra existencia.
Para el pedagogo austríaco Ivan Illich, cada cultura tiene su modo de afrontar el dolor, pero “la civilización médica intenta privar el dolor de su significado personal”. Coincidimos cuando dice que es una experiencia solitaria, intransferible. El dolor abre una pregunta, “es el signo de algo no contestado”. Su valor consiste en poner en marcha nuestras habilidades para enfrentarlo. Al intentar aplacarlo, “la medicalización priva a cualquier cultura de la integración de su programa para enfrentar el dolor”. Para Illich, entonces, es la cultura quien hace tolerable el dolor al integrarlo en un sistema significativo. Diferencia el rol que juega en cambio la civilización cosmopolita, que “aparta el dolor de todo contexto subjetivo o intersubjetivo con el fin de aniquilarlo”.
A partir de las ideas que han pensado estos autores, me pregunto por aquellas que podrían ayudarnos a comprender el papel que el dolor desempeña en el tema que nos ocupa especialmente, el del parto.
Lo imagino como un provocador que viene a despertarnos de nuestro letargo vital. Que nos inquieta, nos desestabiliza y nos conmina a construir recursos para enfrentarlo.
Como en toda experiencia de pasaje a un nivel de mayor crecimiento, desafía nuestra capacidad de crear herramientas con las que aún no contábamos
Nos observa, sigiloso, cómo nos esforzamos primero por evitarlo, luego por elevar nuestro umbral para no percibirlo tan intensamente y, finalmente, por reconocer con humildad nuestra limitada capacidad para someterlo.
Una cultura como la nuestra, tal como plantea Illich, no sólo niega su existencia, sino que también nos provee de modelos que nos guíen mientras lo transitamos. Así, sin prepararnos para ir a su encuentro, nos sorprende súbitamente en algún acontecimiento de nuestra vida en el momento mismo en que estábamos por dar un nuevo paso. Pero no, no aceptamos caernos y, en lugar de aprender a hacerlo para que la caída no nos quiebre y poder así levantarnos y seguir con nuestro vuelo, nos resistimos a atravesarlo y ensayamos toda suerte de estrategias para esquivarlo y, si es posible, aniquilarlo.
Nos vemos de golpe en medio del dolor, extrañados por su presencia, y además nos sentimos estafados en nuestra buena de fe, por haber creído en un mundo de puros placeres.
No quiere decir esto que nuestro destino sea vivir revolcándonos gozosos en el dolor, procurando atravesar masoquísticamente la mayor cantidad de situaciones sufrientes. El dolor del que hablamos es aquel que acompaña a todo proceso de cambio, ese que se hace inevitable, al que no podemos renunciar si queremos seguir creciendo. Y cuando pretendemos silenciarlo, usamos las energías que necesitamos para poder disfrutar de los placeres e intensidades.
El dolor de la vida es el que nos puede enseñar. El que nos transforma al hacernos desarrollar las habilidades necesarias para acompañarlo.
El dolor del parto puede convertirse en una oportunidad para que se abra en nuestro cuerpo la pregunta que nos interpela. Para estimularnos a desarrollar conductas, ideas, emociones y actitudes con las que probablemente no contábamos hasta el momento. Respetémoslo, no lo descartemos de entrada. Démosle la oportunidad de mostrarnos el camino. Aunque no es imprescindible para que nazca nuestro hijo, puede serlo para que nazcamos nosotras a una nueva vida.


Si comprendemos que el dolor es parte de nuestro mundo emocional, reconoceremos que, al suprimirlo, estaremos también inhibiendo el flujo de otras emociones y terminaremos privándonos de aquellas que consideramos placenteras.


El dolor en el parto, de un extremo al otro 


Yo podría soportar el dolor hasta un determinado punto, pero creo que no voy a ser hábil para pujar; necesitaría una anestesia para poder colaborar más en el trabajo de parto, para poder disfrutarlo más.”

“Querría que me dieran anestesia, sin tener experiencia y sin saber si lo voy a soportar o no; me da la tranquilidad de que voy a disfrutar más del momento.”

“Nunca tuve situaciones de dolor muy grande, pero no sé por qué mi intuición me dice que voy a terminar con una peridural.”

Hay mujeres que no consideran importante vivir la experiencia del momento del nacimiento de una manera consciente y activa. En sus fantasías no aparece en ningún momento la expectativa de que el parto les devele algo nuevo de sí mismas, o que el misterioso dolor les deje a su paso algún aprendizaje. Menos aún algo que puedan llegar a disfrutar. Para muchas, el parto es un trance que hay que superar y no algo para gozar, lo ven como intrascendente en la vida y en la historia sexual de una pareja.
La experiencia de parir ha quedado polarizada: en un extremo, la desesperación por el dolor y la soledad, el martirio, vivido tal vez como el castigo por el placer obtenido sexualmente en el momento de concebir; y en el otro extremo, el silenciamiento y la anestesia de todas las emociones y sensaciones de plenitud que puedan surgir en ese momento. No hay una experiencia intermedia que permita a la mujer integrar el dolor y, al mismo tiempo, expresar la satisfacción que genera el ser protagonista de las sensaciones por las que el cuerpo atraviesa, hora a hora, minuto a minuto, en el proceso de parto, al separarse de su hijo.
Cuando se pusieron de moda el “parto sin dolor” y el “parto sin temor”, se publicaban imágenes en las que se veía a mujeres sonriendo en su trabajo de parto y que daban cuenta de la contradicción entre el discurso bíblico “parirás con dolor como un castigo” y el nuevo mandato de no expresar el dolor.

Pero el dolor durante el parto, en lugar de anunciar una enfermedad, significa que nuestro hijo está naciendo. Esta connotación cambia su percepción en forma radical: es un dolor saludable, que indica que el bebé está atravesando exitosamente el canal de parto. Es un dolor que, aunque podamos vivirlo de diferentes maneras, se siente pero no se sufre.

Lo que ocurre es que nuestras creencias determinan nuestras conductas, y hoy el discurso tecnológico del parto se ha convertido casi en un mandato a seguir.
Por otra parte, la falta de conocimiento y/o de referencias sobre las posibilidades de partos fisiológicos vuelven muy difícil, para determinada población, imaginar esta experiencia sin la administración de químicos que le supriman cualquier tipo de sensación.
En la vida hay dolores que, por lo que representan, se tornan disfrutables y producen cierto nexo con el placer. Cuando hacemos un trabajo corporal, por ejemplo un estiramiento, percibimos que el músculo se está elongando y por eso duele, pero al mismo tiempo sentimos placer: sabemos que está produciéndose una transformación en el cuerpo y lo disfrutamos, porque sentimos que es un dolor positivo.
Si pudiéramos internarnos en este tipo de experiencias, identificaríamos diferentes tipos de dolor ante los que reaccionaríamos de distinta manera. Algunos pueden actuar como señales de alarma para que efectuemos un cambio, como ocurre cuando cambiamos de posición por otra mas cómoda al dormir; otros pueden actuar como desafíos a nuestra capacidad de tolerarlo, como ciertos esfuerzos físicos, progresivamente más difíciles de alcanzar; otros nos proponen explorarlos en su expresión más sutil para aprender a manejarlos, y están esos dolores que, por familiares o revisitados, van elevando nuestro umbral para percibirlos y nos permiten intensificar cada vez más nuestra exposición a su acción.
Cuando el dolor es constante durante mucho tiempo, nuestras defensas van bajando y no podemos resistirlo. Por eso, lo ideal sería que pudiéramos estar atentas y observar qué tipo de dolor sentimos, cuál es nuestro estado emocional al vivirlo, en qué contexto éste se produce, de qué momento de nuestra vida se trata y, sobre todo, qué interpretación le damos. Cuán esperable es dentro del ámbito en el que nos movemos. Es que el dolor es algo que tiene mucho que ver con lo cultural.
En cuanto a aquel de parto, también se halla sujeto a estas condiciones. Resulta siempre subjetivo, no medible en volumen ni en peso, y su percepción varía según la mujer y su experiencia. Habrá algunas mujeres que dicen no haber sentido dolor, pero no es lo que aparece como relato, dentro de nuestra cultura, con mayor frecuencia.

“Cada parto fue distinto. En el primero, no tenía contracciones muy marcadas. Sí picos de dolor, pero no tenía los descansos. Fueron muchas las horas de dolor permanente, constante, y yo necesitaba que se terminara. En cambio en el último, el dolor fue muy rítmico, venía y yo sabía que un ratito después iba a tener un respiro. Era cuestión de atravesar ese momento.”

“Las contracciones que más dolieron fueron las últimas. Sentía que había una presión hacia abajo, después pasaron unos quince minutos y fue aflojando... Traté de relajarme y respirar; pensaba en la beba, en que ella pudiera ir haciendo su camino.”

“Una puede atravesar naturalmente la contracción aunque sienta mucho dolor. Yo voy a hacer todo lo que pueda.”

“Me encantaría hacer todo el parto sin ninguna anestesia, y voy a ir con la mejor intención. Pero si veo que el dolor interfiere con la posibilidad de pujar o con tener un parto mejor, o que retarda el nacimiento del bebé, entonces quiero usarla.”

Es fundamental el entorno con el que se cuenta mientras se siente el dolor. No es lo mismo estar con alguien que nos esté acompañando hacia un parto natural, que nos dé aliento y nos proporcione recursos corporales, respiratorios, imaginativos, cognitivos y de todo tipo, que estar frente a alguien que diga: “Cuando necesites anestesia, avisáme, que igual ya está el anestesista”. Esto nos dejará más pendientes de la forma de suprimir el dolor, y menos de cómo generar recursos propios. Y es que pondremos tanta expectativa en la llegada del médico o el anestesista, que nos perderemos de vista a nosotras mismas y olvidaremos que contamos con esos recursos. O peor aún, cuando al conversar con el médico sobre nuestra preferencia de que no nos administren la peridural, éste nos responde: “Ya vas a ver cómo me la vas a pedir”.
Lamentablemente, hoy no hay muchos equipos que acompañen fisiológicamente el parto. Algunos años atrás, la mayoría de las mujeres pasábamos por la experiencia del parto sin usar anestesia. Es probable que lo hayamos hecho porque no había a nuestro alrededor tanta presión para hacer uso de ella como ocurre actualmente. Muchas veces, tengo la oportunidad de hablar con los médicos obstetras sobre los motivos para un índice tan alto en el uso de la periduaral y la respuesta es que se encuentran con pocas mujeres que se inclinen por el parto fisiológico.
Algunas personas ponen el cuerpo de un modo y otras de otro modo. Pero lo cierto es que si no queremos recurrir a una anestesia, tenemos que estar dispuestas a atravesar una cuota de dolor quizá más alta. Algunas aceptan transitarlo y lo hacen con una actitud activa: respirando, emitiendo sonidos, cambiando de posiciones, porque es muy difícil sostenerlo sin hacer nada.
Lo importante es hacer una buena preparación que incluya el conocimiento del propio cuerpo, así como reflexionar, participar de conversaciones sobre el tema y ver imágenes de distintos tipos partos, ya que de ese modo lograremos transformar el miedo a lo desconocido en un temor más manejable. Tal vez no podamos suprimir el dolor, pero construiremos con él una relación diferente. Proponemos no pelearnos con el dolor, sino aceptarlo como parte de la situación, como una experiencia que tenemos derecho a vivir, y enfrentarlo de acuerdo con nuestras posibilidades. Algunas mujeres necesitarán analgésicos, otras anestésicos y otras nada de eso. Y si alguien dice: “Yo quiero sí o sí tenerlo con peridural”, tiene que poder hacerlo sin sentirse culpable por eso.
La idea es no ser pasivas frente al dolor, sentir que está, pero que podremos manejarnos, comunicarnos y relacionarnos con él. Es decir, modificar sustancialmente nuestro vínculo con el dolor.
Hay que saber que la contracción no es eterna, sino que como máximo dura un minuto y luego viene un período de recuperación para poder enfrentar la siguiente. Podemos y tenemos todo el derecho de decir “no estoy dispuesta a hacer ese trabajo, no quiero, es un trabajo que me demanda una energía que hoy no tengo posibilidades de poner en este dolor”, pero en este caso perderemos de vista que ese dolor podría enriquecernos como personas y trasformarnos. Y de eso se trata, de ver qué ventaja podemos sacar de él como experiencia de vida, en la medida en que no nos inhabilite para pujar o para ser eficientes en nuestro trabajo.
Es importante saber si la necesidad de la anestesia que a veces las mujeres expresan es verdaderamente una necesidad propia, o es, quizá, producto del manejo que se hace sobre el tema dentro del sistema actual de atención médica del parto.
La hipertecnologización de la obstetricia desconoce que pretender suprimir el dolor acarrea el riesgo de suprimir también el placer, y todas las emociones que acompañan ese proceso.
Los siguientes son algunos de los riesgos y recomendaciones a tener en cuenta a la hora de decidir por una anestesia peridural. Si bien su administración, hoy en día, ocasiona muy pocos peligros para la mamá y para el bebé, éstos no deben minimizarse:

Riesgos
¨      El más frecuente es la hipotensión. Para evitarlo, sería conveniente no acostarse sobre la espalda.
¨      También puede producir incontinencia urinaria. Se recomienda practicar los ejercicios Kegel, descriptos en el capítulo 2, antes y después del parto.
¨      También suele provocar temblores y picazón en la cara o el cuello, y más frecuentemente náuseas y hasta vómitos.
¨      A algunas mujeres les provoca dolor de espalda en el posparto como consecuencia de haberse mantenido acostadas durante muchas horas.
¨      Aunque el porcentaje de riesgos para el bebé es bajo, su administración puede afectar levemente los latidos así como debilitar su reflejo de succión en los primeros momentos inmediatamente después del parto.

Recomendaciones
¨      En caso de necesitar utilizarla, sería conveniente esperar hasta los 5 cm de dilatación, ya que por debajo de esa cifra se incrementa la probabilidad de terminar en cesárea.
¨      Evitar la posición acostada.
¨      Comenzar a pujar sólo cuando la cabeza del bebé ya esté asomando.
¨      Tratar de mantenerse concentrada en la experiencia del nacimiento a pesar de no sentir dolor.

¨      Solicitar en lo posible una dosis mínima.



10 de julio

Mitos en torno a la sexualidad de la mujer embarazada

Para las mujeres que habitualmente disfrutan de su cuerpo y que están más en contacto con sus sensaciones, el embarazo brinda una oportunidad de gozar su sexualidad ya que despierta aun más sus capacidades sensibles.
Pero tomando la sexualidad en un sentido relacional, hay parejas muy inhibidas durante esta etapa: hombres que no se sienten atraídos por sus mujeres en este estado o que están muy poco motivados sexualmente, y también mujeres que frente a un hombre algo intimidado se tornan más deseosas y con mayor iniciativa, lo cual da lugar a un juego de roles complementarios. Hasta ocurre que algunos varones presentan episodios de impotencia y de disfunciones erectivas durante el embarazo de su compañera porque sienten la potencia y el poder de ella en disparidad con los propios, y recién consiguen recuperar su capacidad eréctil en el posparto, cuando ellas se encuentran agobiadas por el trabajo de atender al bebé y con ojeras debido a la falta de sueño.
Hay preguntas que muchas veces ni el médico obstetra se ha atrevido a enfrentar abiertamente. Por ejemplo, si se lo consulta por la restricción o no de las relaciones sexuales, en caso de que sean contraindicadas nunca se puntualiza cuál de las prácticas sexuales es específicamente alcanzada por dicha restricción. De ahí que muchas veces las parejas terminan renunciando incluso hasta al contacto.
El afán puesto en un buen desarrollo del trabajo de parto y en la atención del recién nacido hace desviar la mirada de la relación de la futura madre con el futuro padre, y del fortalecimiento del vínculo de la pareja como el mejor sostenedor en la construcción de la nueva familia. Como si una vez cumplido su cometido como reproductora y mantenedora de la especie, la sexualidad debiera replegarse hasta encontrar nuevamente una vía de expresión aceptada y privilegiada a través de otra concepción.

El hecho de que no se la prestigie como debiera tal vez obedezca a que su ejercicio durante el embarazo pone en evidencia su independencia de lo reproductivo y deja al descubierto su importancia para el intercambio del placer entre un hombre y una mujer. Cuesta entonces comprender al embarazo como la mayor manifestación de la sexualidad de una pareja, y a ésta compartiendo el ámbito de lo materno.

Aparecen los mitos de la mujer embarazada semivirgen, asexuada, convalidados hasta hace muy poco por una moda de ropa casi infantil, inocente, que en lugar de resaltar las nuevas ondulaciones se empeñaba en ocultarlas tras un mono. Ni siquiera se veían fotos en revistas o películas que ayudaran a construir una imagen de mujer sexual como las que podían verse en cualquier escena erótica. Y si alguien se atrevía a encontrarla atractiva, desnudando fantasías debajo de júmperes grandes como carpas y de retratos de románticas imágenes sobre una mecedora, se lo consideraba un perverso sexual. Para las embarazadas sólo quedaba la ternura, el afecto, los antojos, los dulces, los mimos, las concesiones, los privilegios. Como me dijo una vez una embarazada: “¿Y con la calentura qué?”.
Si revisamos algo de la fisiología durante la gestación, nos encontramos con una excitación aumentada por la vasodilatación de la pelvis, un incremento de la lubricación vaginal a partir del tercer mes, un mayor desarrollo de la llamada plataforma orgásmica debida a una mayor vascularización de la zona, la aparición de orgasmos múltiples aun cuando antes no se hubieran manifestado, y hasta una carga sexual constante, que mantiene vivo el deseo todavía después de la etapa de resolución del orgasmo, ya que la descarga es más lenta y no alivia tan eficazmente la tensión.
Si todo esto está sucediendo en el cuerpo de la mujer, ¿por qué será que muchas no sienten deseo, o lo ven disminuido, especialmente en el primer y tercer trimestres?
Estamos nuevamente frente a un fenómeno en el que todos los factores intervienen simultáneamente, ya que además de las condiciones arriba mencionadas existen circunstancias que inhiben el deseo, como los típicos síntomas de los primeros meses: aumento del sueño, fatiga, sensación de náuseas, adaptación al nuevo esquema corporal con las emociones que esto despierta, el no encontrar la posición adecuada para hacer el amor, la necesidad de replegarse sobre sí misma, y los cambios humorales causados por la impregnación hormonal.
Por otro lado, a la mujer le cuesta conciliar su nueva imagen de madre con la de una mujer deseante. En su fantasía infantil, las madres no tienen, actividad sexual.

También el hombre vive momentos de cambio. Se enfrenta con su paternidad, con sus miedos; se siente a veces excluido de esa relación corporal tan estrecha entre su hijo y su mujer y no sabe cómo incluirse. Teme que la penetración del pene en la vagina pueda dañar al bebé o desencadenar en su mujer el trabajo de parto; se asusta de sus propias sensaciones si descubre el erotismo en la maternidad de ella. Se pregunta si no afectará su sexualidad presenciar el parto de su mujer durante el nacimiento de su hijo. Se encuentra frente a un cuerpo distinto, al que desea, pero a la vez al que teme recorrer, probablemente porque, con su carácter maternal, le despierte fantasías edípicas que lo angustian.

Hombre y mujer atraviesan una crisis que, entendida como riesgo y oportunidad al mismo tiempo, los enfrenta con la posibilidad de enriquecer la sexualidad que tenían hasta entonces. Es el momento de ampliar las posibilidades de contacto, de recuperar zonas de pacer olvidadas, o tal vez desconocidas, de probar nuevas vías de gratificación (con la boca, con las manos o en otras posiciones). El ya innecesario cuidado anticonceptivo también es un factor que predispone a un encuentro sexual más espontáneo.
Las dificultades y hasta las posibles contraindicaciones médicas para un coito con penetración pene-vagina pueden transformarse en un verdadero desafío para la creatividad de los dos. También lo es encontrar posiciones coitales en las que se pueda regular la profundidad de la penetración.
Descontraer la pelvis y ondular las caderas está facilitado ahora por la relaxina (hormona que flexibiliza las articulaciones atendiendo las necesidades del parto) y es una buena oportunidad para desplegar en el juego sexual.
El aumento en el tamaño de los pechos es para muchas parejas fuente de excitación, aun cuando en el momento del orgasmo puede observarse una pérdida involuntaria del control de leche, una evidencia más de lo enlazados que están los procesos de ser mujer-madre y mujer-sexual. En muy poco tiempo el hijo de ambos adquirirá otra presencia y traerá sus demandas, exigirá un tiempo que antes sólo les pertenecía a los dos; el espacio se inundará de nuevos olores, nuevos sonidos, tal vez de algunas renuncias, o simplemente postergaciones. Pero más allá de cuarentenas y sueños mal dormidos, papá y mamá, hombre y mujer, defenderán ese espacio que aprendieron a conquistar durante los nueve meses de embarazo, y lo preservarán, seguros de transmitir a la prole, con la unión de sus cuerpos, el deseo y el amor por la intimidad.


El orgasmo durante el embarazo 

Estadísticamente, no todas las mujeres han experimentado un orgasmo, pero no es que no puedan sentirlo. Quizás no lo hayan alcanzado, pero estén cerca, y podrían alcanzarlo en la medida en que empezaran a sentirse, a percibir y a conocer más el funcionamiento de sus cuerpos.
El orgasmo femenino es una respuesta refleja a un estímulo que puede tener distintos orígenes, tanto psicológicos, fisiológicos, como específicamente mecánicos. Para que una mujer experimente un orgasmo, más allá de contar con condiciones emocionales favorables, en general hace falta una estimulación directa o indirecta en su clítoris, órgano que por lo general le es poco conocido y del que no se habla demasiado. No hay obstetra o ginecólogo que revise el clítoris, nadie se ocupa de él pues no tiene una función reproductiva, sino sólo una función para el placer. Ni siquiera entra en la educación sexual cuando les contamos a nuestros hijos acerca de cómo son los aparatos genitales femenino y masculino.
Es justamente por ese desconocimiento que muchas mujeres plantean dificultades para alcanzar un orgasmo y relatan haberlo tenido por primera vez durante el embarazo. Es que, al tener más sensaciones, muchas incrementan su curiosidad y descubren así sus genitales, los tocan, se autoestimulan y de este modo llegan a un orgasmo.
Otro motivo es que al haber reducido la cantidad de relaciones sexuales con penetración por temor de lastimar al bebé, de alguna manera ha habido más juego y estimulación directa clitoridiana. Además esta exploración les ha permitido descubrir y ajustar los tiempos con la pareja, así como los ritmos, la regularidad del estímulo y los tipos de toque que predisponen a un orgasmo. A esto se le suma que en este período existe una mayor predisposición para la plataforma orgásmica (es decir, las condiciones fisiológicas necesarias para que éste ocurra).
Sería interesante que la mujer pudiera aprovechar este momento para explorar otros modos de vincularse sexualmente, con más caricias, más estimulación, o quizás no más, pero sí diferente de aquella que tenían regularmente.




7 de julio

La alimentación en el embarazo 

Construyendo el cuerpo de nuestro bebé

Si tomamos en cuenta que construimos materialmente nuestro cuerpo con lo que comemos, el embarazo es una excelente oportunidad de revisar nuestros hábitos alimentarios, ya que de ellos dependerá nuestra salud y la de nuestro bebé.
Según la médica nutricionista argentina Graciela Bianco,* autora del libro Nutrición a conciencia, “para esta tarea de construir el bebé, la mamá necesita formar nuevas estructuras como lo son la placenta y el líquido amniótico. Además, debe ampliar órganos como el útero y las mamas y aumentar la cantidad de sangre y hormonas circulantes. Todo esto hace que la ganancia de peso al fin del embarazo se distribuya de la siguiente manera:

Nuevas estructuras

Feto.......................................3,500 kg
Placenta.................................0,600 kg
Líquido amniótico...............0,800 kg

Estructuras incrementadas

Útero......................................0,900 kg
Mamas....................................0,400 kg
Líquidos de retención
Por hormona.........................1,500 kg
Sangre.....................................1,200 kg
Total........................................10 kg**

La distribución de la ganancia de peso en el tiempo es aproximadamente de 2 kg en el primer trimestre, en el cual se forma la placenta. En el segundo trimestre el bebé es el que más crece, produciendo una ganancia de 5 kg de peso. Y en el último trimestre se suman 3 kg para completar el desarrollo del bebé y del líquido amniótico que lo protege y le permite moverse”.
Susana Zurschmitten, nutricionista argentina, autora del libro Sanarnos mediante la alimentación, dice: “La nutrición es la medicina preventiva por excelencia.... Es el pilar fundamental donde se apoya la salud y la posibilidad de crecer sanamente para desarrollar a pleno las funciones físicas, mentales y espirituales”.
Pero lamentablemente, en el embarazo la preocupación por lo general ha estado orientada a medir la cantidad más que la calidad de aquello que ingerimos. De hecho, hasta no mucho tiempo atrás se alentaba a la embarazada a “alimentarse por dos”, y hoy la mayoría de mujeres, ya sea motivadas por la tendencia de una moda de la delgadez o por presión de su médico, siguen muy de cerca su aumento de peso con dietas que las ayuden controlar la cantidad de las calorías que consumen, pero descuidando muchas veces su valor nutricional.
Pero más allá de lograr manejar el tema del sobrepeso, de fundamental importancia —sobre todo para quienes cuentan con antecedentes de obesidad u otros desórdenes metabólicos—, sería importante que este período sirviera para incorporar hábitos de alimentación más saludables. Tengamos en cuenta que no sólo se están creando las bases de la alimentación del hijo por nacer, sino las de todo el grupo familiar.
Por eso, revisar nuestro sistema de comidas dentro del de nuestras vidas es una responsabilidad para ambos miembros de la pareja gestante.
En ese sentido, es conveniente dedicarles algún tiempo al planeamiento, la elaboración y la degustación de nuestras comidas. Seleccionar los alimentos que pondremos en nuestro carrito del supermercado puede ser el primer paso para contar con los nutrientes que necesitamos. Aprender a combinarlos por sus propiedades para su mejor aprovechamiento, así como por sus colores y sus texturas resulta tan importante como crear un ambiente confortable, apacible y atractivo para comerlos.
Hay que considerar que todos los sentidos están involucradas en la experiencia; por lo tanto, comer despacio es la mejor manera de disfrutar no sólo el sabor de cada bocado, sino su aroma, su textura y su color. Seamos conscientes además de que de este modo estaremos satisfaciendo y nutriendo también a nuestro hijo.
Incluimos a continuación la información que brinda la licenciada Zurscmitten sobre “alimentación saludable” en los talleres para embarazadas, como parte de nuestro programa para parejas gestantes.

 * +Quiero rendirle aquí mi homenaje ya que a ella le debo aprendizajes muy valiosos que me ayudaron a incorporar a mi vida hábitos de alimentación más saludables.
** La diferencia para llegar a los 10 kg obedecería a causas variadas, entre las más comunes la retención de líquidos. [N. de la A.]



La alimentación en el embarazo

Susana Zurschmitten

La alimentación en el embarazo cumple una función fundamental en la salud de la mujer y de su niño antes de nacer. Así como una dieta equilibrada contribuye al sano crecimiento del bebé, también ayuda a la futura mamá a mantener un buen nivel de energía tanto en el embarazo y en el parto, como en el período posnatal.
Es muy importante que en esta etapa la madre cubra los requerimientos nutricionales propios y de su hijo, ya que los cuidados adecuados pueden evitar o disminuir el riesgo de parto prematuro o de bajo beso. En el caso de las adolescentes, estas medidas deberán ser aun más respetadas para lograr los dos objetivos: un niño bien nutrido y una mamá que pueda seguir su desarrollo fisiológico normal hasta la madurez.

¨      El peso
Es necesario mantener un peso equilibrado. Si se ha partido de un peso superior al ideal no será ahora el momento de hacer dietas muy estrictas, que resten nutrientes necesarios, tanto a la madre como al niño. Si éste es el caso, se deberá continuar el embarazo con una dieta equilibrada, y principalmente completa, para lo cual habrá que evitar los alimentos calóricos y con pocos nutrientes. El aumento de peso nunca deberá ser inferior a 6 kg durante el embarazo. Si se partió de un peso normal, la regla práctica de 1 kg por mes es un buen parámetro.

¨      Los nutrientes necesarios
El organismo de la madre necesitará una cantidad mayor de proteínas, presentes en las carnes, los huevos, los lácteos, las legumbres, entre ellas la soja. La soja aporta proteínas completas con la ventaja de su naturaleza vegetal, por lo cual no contiene grasas saturadas ni colesterol. Sin embargo, no es muy aconsejable exagerar su consumo. Una o dos veces por semana sería lo adecuado, especialmente en el caso de las mamás vegetarianas.
El bebé se alimenta de glucosa, la que pasa a través de la placenta, por lo tanto es fundamental que la mamá incorpore alrededor de 170 grs de hidratos de carbono diariamente a fin de evitar la aparición de un estado llamado cetosis, proceso por el cual las grasas se transforman en glucosa cuando hay carencia de ella, lo que puede dañar el sistema neurológico del bebé. Esta cantidad de hidratos se cubre con el pan del desayuno y de la merienda, las frutas, sus jugos, las verduras y los cereales.
Es beneficioso tener en cuenta la selección de hidratos de carbono: aquellos integrales (como el arroz integral, los cereales de desayuno, el pan integral) aportan, además del almidón, minerales y vitaminas; entre las vitaminas, las B1, 2, 3, 5, y entre los minerales fósforo, hierro, potasio, en especial, además de selenio, manganeso, cobre y zinc, entre otros.
Se pueden evitar los azúcares blancos y consumir en su lugar azúcar integral, que aporta minerales y fibra.

En este período de crecimiento, el bebé utiliza las grasas en sangre de la madre, que pasan a través de la placenta. Por esta razón es importante la calidad de esas grasas, que deben ser vegetales (aceites de primera presión en frío, algunas frutas secas como ser almendras, nueces, avellanas, y también semillas, por ejemplo de girasol o de sésamo). Respecto de las grasas animales, la mejor de ellas la constituye el pescado de mar, que aportará ácidos grasos Omega 3, esenciales para el desarrollo neurológico del bebé. Algunas investigaciones recientes confirman el beneficio de estos ácidos grasos durante el embarazo. Por un lado, constituyen un elemento fundamental en el desarrollo del sistema nervioso, y por otro disminuyen el riesgo de padecer algunos tipos de cáncer en el transcurso de la vida del niño. Por lo tanto, es sumamente beneficioso el consumo de pescado de mar durante el período de gestación.


¨      Los minerales
El hierro es otro nutriente que debe cuidarse. La anemia es frecuente en el embarazo; si bien hay una tendencia a la disminución en la concentración de glóbulos rojos por aumento del plasma. Es necesario diferenciar esta situación normal de la verdadera anemia, dada por la baja cantidad de hemoglobina.
La absorción del hierro aumenta durante el embarazo al igual que la utilización del depósito materno de hierro. En la segunda mitad del embarazo la necesidad se incrementa porque se deben completar las reservas fetales para los primeros meses de vida, ya que la leche materna no aporta mucho hierro. Por lo tanto, se deberá aumentar el consumo de hierro, de ahí que lo más usual sea que el médico o la nutricionista aconsejen un suplemento de este nutriente. De todas maneras, es sumamente útil enriquecer la dieta con carnes, lentejas, porotos, frutas secas y verduras como berro, radicheta, espinaca, escarola, nabo, repollo, akusai y frutas desecadas. El incremento de vitamina C a través de cítricos y verduras crudas mejorará la absorción del hierro de fuente vegetal.

El consumo de calcio también debe aumentarse. Si la madre ingiere lácteos deberá incrementar la cantidad de acuerdo con el consejo del profesional tratante; pero si no los tolera, deberá consultar para poder asegurar un buen aporte diario, necesario tanto para preservar su salud como para el normal desarrollo del sistema esquelético del bebé.

El yodo es muy importante para el desarrollo mental del niño. En nuestro país, la sal común de mesa contiene yodo por una disposición explícita del Ministerio de Salud Pública, por lo que resulta conveniente consumir este tipo de sal. En caso de usar sal marina, se recomienda observar que en el rótulo se especifique que se trata de sal rica en yodo.

El zinc también debe tenerse en cuenta y garantizar un buen aporte de este mineral a través de alimentos fuente, como son la avena, los alimentos de mar, las carnes, los hongos y las semillas de calabaza o zapallo.

El magnesio, que se encuentra en las legumbres y la soja, las almendras, las avellanas, los copos de avena y las verduras verdes, es otro de los minerales que no deben faltar en la dieta de la embarazada.


¨      ¿Y las vitaminas?
El requerimiento de vitamina A también se ve incrementado en esta etapa. Recordemos que esta vitamina se encuentra en dos formas: como vitamina A en alimentos de origen animal (lácteos) y como provitamina en los de origen vegetal, y que es posible identificarla en aquellas verduras y frutas de color amarillo, naranja y verde oscuro (zanahoria, calabaza, acelga, espinaca, remolachas, duraznos, damascos y melón, entre otras). Las fuentes vegetales son mejor toleradas y no reportan riesgos en caso de excesos. El incremento de frutas y verduras ricas en Beta Carotenos disminuirá el riesgo de estrías y asegurará una piel elástica, flexible y humectada.

Es habitual la carencia de vitamina B1; por eso, para mejorar su ingesta deben consumirse cereales integrales, que además, aseguran el aporte de vitamina B2 (levadura de cerveza, arroz integral, pan y galletitas integrales, harina integral, avena).

Es útil aumentar el aporte de la vitamina B6, cuyo requerimiento se encuentra incrementado. Los cereales integrales, el germen de trigo y la levadura de cerveza son ricos en vitaminas B. Cuando hay nauseas y vómitos, la vitamina B6 puede colaborar en la reducción de estos síntomas. Se puede enriquecer la dieta diaria con germen de trigo, que aporta vitaminas B y E, un excelente antioxidante. Además, esta última mejora la elasticidad y lubricación de la piel.

Una especial recomendación es asegurar el aporte de ácido fólico, por un lado, para evitar la anemia de la madre, y por el otro para garantizar el normal desarrollo del niño. Esta indicación es especialmente válida para las mujeres que están planificando su maternidad, ya que el feto necesita del ácido fólico en sus primeras tres a cuatro semanas de vida primordialmente. De todas maneras, en la actualidad se enriquece la dieta con 400 mcg de ácido fólico durante todo el embarazo para evitar la deficiencia materna, ya que lo necesita para la síntesis de glóbulos rojos, el crecimiento del feto y la síntesis de ADN. En el caso de que la mujer haya tomado anticonceptivos recientemente debe asegurarse un aporte extra de ácido fólico, ya que éstos medicamentos dificultan su absorción y aumentan su degradación a nivel hepático.

La vitamina B12 es fundamental para el desarrollo neurológico y el crecimiento del bebé, y su requerimiento se cubre en el niño exclusivamente por la dieta de la madre. Por lo tanto, es muy importante asegurar su aporte en la alimentación materna durante el embarazo y la lactancia.
En general, si la mamá come carnes, ya sean rojas o blancas, huevos y lácteos, no corre riesgos de carencia. En cambio, las mamás vegetarianas pueden estar, sin saberlo, bajo el riesgo de no poder cumplir con los requerimientos de su hijo. Aquellas mujeres que incluyan lácteos y huevos deberán asegurar una dosis diaria de estos alimentos. Y aquellas mamás que no consuman ni lácteos ni huevos, por ser vegetarianas vegan, deben asegurar el aporte de esta importante vitamina a través de cereales enriquecidos, leches de soja enriquecidas y un suplemento que aporte la vitamina en su forma activa.

La vitamina D es otro nutriente que debe incrementarse para asegurar la absorción y el metabolismo del calcio; encontramos esta vitamina en los pescados, la palta, y fundamentalmente a través del sol, que permite su síntesis endógena.

Las fibras son esenciales para mejorar la flora intestinal y, con ello, las defensas naturales del organismo. Su consumo diario favorece la diaria evacuación intestinal, y reduce el riesgo de hemorroides y divertículos. Las fibras aumentan la viscosidad y el volumen de las heces, así como el peristaltismo, y ayudan a una correcta eliminación de toxinas y residuos.
El estreñimiento crónico, facilitado en los últimos meses por la presión ejercida por el bebé sobre la matriz, dificulta mucho la circulación y favorece la aparición de várices.
La fibra debe consumirse con cuidado cuando hay gastritis, úlcera, divertículos que causan dolor, hernia hiatal y cálculos vesiculares. En el caso de las personas que no acostumbran incluirlas en la dieta, es importante hacerlo de a poco para evitar inflamaciones innecesarias.


¨      Los antinutrientes
La acción perjudicial que ejerce el alcohol sobre el niño es un dato comprobado. Por lo tanto, su consumo deberá evitarse. Un vaso de vino ocasional no producirá daños al bebé; sin embargo, como no se ha determinado un nivel de ingesta sin riesgo, es más seguro no beber alcohol durante el embarazo.

El café, el té, el chocolate, las bebidas cola, el guaraná, contienen cafeína, la que actúa como estimulante nervioso. En el embarazo su acción en la sangre se hace más extensa; sabemos que fuera del embarazo el efecto dura ocho horas.
Cuando se abusa de la cafeína, se incrementa el riesgo de un parto prematuro o un bajo peso al nacer. Sin embargo, un consumo de una o dos tazas de café o té por día no dañarán al bebé.
Un buen sistema es reducirlo siempre: si se toman varias tazas por día, elegir una o dos pequeñas; si se toma menos, es más fácil reemplazarlo por otras bebidas más adecuadas.
El té también contiene cafeína, aunque su absorción es menor que la del café. El té verde contiene más antioxidantes y menor cantidad de cafeína.
Las bebidas cola, además de contener este estimulante, no aportan ningún valor nutricional; por el contrario, irritan las mucosas, disminuyen las defensas y aumentan el requerimiento mineral. Por lo que es mejor no optar por ellas, o elegir aquellas bebidas a base de limón.

La malta de cebada tiene una propiedad lactogénica. Esto significa que aumenta la producción de leche materna. Por lo tanto, es muy adecuada durante el embarazo y la lactancia.

El hábito de fumar incrementa el riesgo de tener un bebé con bajo peso, así como también el de un parto prematuro, un aborto espontáneo y otros problemas.
El cigarrillo disminuye la capacidad de transporte de oxígeno; además, produce vasoconstricción, lo cual dificulta el flujo de sangre y nutrientes por la placenta; todo esto significa que el bebé verá restringida su nutrición.
La vitamina B12 y el zinc tienden a estar en menores concentraciones en fumadores. Y sabemos que la vitamina C necesita ser aumentada cuando se fuma. Lo que es más importante, se ha hallado asociación entre bajos niveles de vitamina C en sangre y baja ingesta de esta vitamina, con una mayor frecuencia de bajo peso al nacer. Por lo tanto, se aconseja abandonar este hábito, tanto durante el embarazo como en la lactancia, y aumentar el consumo de vitamina C. Es un pequeño esfuerzo que dará grandes frutos: mejor salud para la mamá y para el niño.

Los edulcorantes deberán restringirse también; es mejor utilizar azúcar integral, o miel o fructosa, y evitar el consumo de productos que los contengan. Cuantos menos químicos ingresemos en el organismo, mejor calidad de nutrientes aportaremos a nuestro bebé.
Y, fundamentalmente, es bueno tener en cuenta la importancia de la nutrición, que si bien es esencial en todos los períodos de la vida, en el embarazo cobra mayor importancia porque debe cubrir las necesidades tanto de la madre como del niño. Por eso, no dude en consultar con su médico o buscar el consejo de un especialista en nutrición, que pueda aclarar sus inquietudes y guiarla en esta etapa. La recompensa será doble: la enorme satisfacción de ver a su bebé saludable y un estado de bienestar personal, para disfrutar de la maternidad plenamente.










La energía vital de nuestro cuerpo

La dimensión orgánica

La dimensión orgánica se relaciona con el centro bajo o Muladhara. Este centro se localiza alrededor del coxis, en la base de la columna, entre el ano y los genitales, y abarca la zona comprendida por la planta de los pies, la cara posterior de las piernas y los glúteos. Le corresponde el plexo pélvico, donde encontramos los órganos de la pelvis menor, el útero en la mujer, la próstata en el hombre, la vejiga y el recto.
Corresponde a aquellos aspectos de la persona ligados a la materialidad, a la tierra como fuente de la que se nutre, a la fuerza telúrica, a los aspectos más primitivos del ser humano, aquellos que surgen de la manera más salvaje y que lo conectan con su naturaleza animal.

Proporciona energía a los demás centros y les da la vitalidad, el vigor y la resistencia que necesitan para poder funcionar saludablemente. En este nivel se producen todos los fenómenos físico-químicos estudiados por la fisiología, que se encargan de mantenernos con vida. Se relaciona, fundamentalmente, con el sistema vegetativo, y es el responsable del buen funcionamiento de todos nuestros órganos vitales. 


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